Page 237 - Edición final para libro digital
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—No. Pero deja ya de preocuparte por Fatma. Ella está muy
                 bien. Ahora debes centrarte en tu tarea. Ya podrás hablarle cuando
                 todo esto haya terminado.
                    —Tienes razón. Es que la echo de menos.
                    —Pues resiste un poco que pronto podrás verla.
                    David Kachka no quería comprometer a su hijo contándole lo
                 sucedido entre Fatma y Rebeca. No era aconsejable para la seguridad
                 del muchacho distraer su atención del asunto que le concernía en
                 aquellos momentos. Ya tendría ocasión de escuchar por boca de la
                 propia Fatma las razones que la llevaran a abandonar la casa de Acre.
                    —Bien. Entonces, ¿podemos comenzar ya con el traslado de Sa-
                 bil y Nabir? —Retomó nuevamente el tema David Kachka.
                    —Sí. Por lo que hablamos esta mañana, parecen interesados en
                 el trato. Aunque Musleh ha dicho que debería consultarlo creo que
                 podemos darlo por hecho. Así que ya podéis traer a los presos.
                    —Bien. Yo ya estoy en Haifa. El comandante Smiter en persona
                 dirigirá al grupo que se encargará del traslado.
                    —¿Lo han organizado ya?
                    —Sí. Está todo preparado. Sólo esperábamos tu confirmación.
                    —Entonces a ver si pueden traerlos esta misma tarde. Cuanto
                 antes terminemos con todo esto, mejor. Yo llamaré mañana nue-
                 vamente a Rahid Padúm, a ver si podemos efectuar el intercambio
                 antes de que termine la semana.
                    —Muy bien. Yo salgo ahora mismo hacia la base. Espero que
                 Smiter tenga ya todo preparado para ir a recoger a los Hasbúm. Si
                 todo va como hasta ahora, no dudo en que se pueda efectuar hoy el
                 desplazamiento.
                    —Oye. ¿Podrías facilitarme otro número de teléfono para con-
                 tactar contigo? —preguntó inesperadamente Ariel.
                    —¿Y eso? ¿Temes que puedan tener pinchada esta línea?
                    —Casi lo afirmaría.
                    —Comprendo. Llámame en media hora al Bambino. ¿Sabes cuál
                 es?
                    —Sí. El que está cerca de la base. Lo conozco.
                    —Muy bien. Allí estaré esperando. El número está en la guía.
                    —Te llamaré en media hora desde un teléfono público.

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