Page 285 - Edición final para libro digital
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—Nosotras también hemos desayunado temprano, pero siempre
                 apetece algo a media mañana —le dijo la mujer al tiempo que le
                 hacía una discreta seña.
                    El veterano abogado captó al momento la intención de la mujer
                 e inmediatamente se prestó a colaborar.
                    —Pues la verdad es que apetece algo ya. He salido muy tempra-
                 no y el estómago ya comienza a quejarse un poco —dijo Kachka
                 riendo.
                    Fatma salió presta a cumplir con el mandado de la señora Levsky,
                 y esta pudo finalmente permanecer a solas con el padre de Ariel. Le
                 habló entonces sobre la intención de Fatma de regresar a Jibaliya y
                 las razones que le llevaban a plantearse el regreso a su antiguo ve-
                 cindario.
                    —Comprendo que esté desorientada —dijo Kachka—. Última-
                 mente lo está pasando realmente mal. La muerte de los Maher le ha
                 afectado mucho y lleva muy mal la ausencia de Ariel. Hablaré con
                 ella e intentaré convencerla para que no tome una decisión errónea.
                    Lógicamente, nada le comentó el viejo Kachka sobre los desen-
                 cuentros que había tenido la palestina con su mujer. Tampoco le
                 habló de los inconvenientes que se le estaban planteando a su hijo en
                 la milicia debido a la relación que mantenían. Pero eso ya lo conocía
                 la señora Levsky por boca de la propia Fatma.
                    Tampoco ella le comentó nada del embarazo de la joven. Le ha-
                 bía prometido no hacerlo y no faltaría a su palabra.
                    Fatma no tardó en volver con las pastas, y la conversación cam-
                 bió de rumbo. Los tres tomaron el té mientras comentaban sobre la
                 razón que había llevado a David Kachka a visitarlas. A pesar de la
                 insistencia de la muchacha por conseguir alguna información sobre
                 su querido capitán, el padre de este evitó muy hábilmente centrar la
                 conversación en la misión de su hijo. Sabía que sería un mayor dis-
                 gusto para Fatma enterarse del peligro que suponía aquella tarea. Se
                 limitó a tranquilizarla y a convencerla de su ignorancia sobre el caso,
                 debido al secretismo que le exigieran a Ariel sus superiores.
                    Terminado el refrigerio, David Kachka se despidió de las dos
                 mujeres comprometiéndose a visitarlas nuevamente un par de días
                 más tarde. Afrontaría entonces la cuestión sobre la marcha de la

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