Page 287 - Edición final para libro digital
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tarle lo acontecido pero el abogado no respondía al teléfono. No
                 fue hasta bien entrada la noche cuando pudo contactar con él y
                 explicárselo todo.
                    —Mañana temprano iré a hablar con Fatma. La convenceré para
                 que no cometa esa estupidez —se comprometió Kachka.

                    Apenas eran las seis de la mañana cuando Fatma se levantó. Tenía
                 todo preparado y quería tomar el primer autobús que salía hacia As-
                 calón. Desde allí seguiría hasta Jibaliya en uno de los muchos taxis
                 compartidos que llegaban desde Gaza.
                    La señora Levsky se despertó al escuchar a la joven moverse por
                 la casa, y se apresuró a levantarse. Quería hablar con Fatma antes
                 de que esta dejase definitivamente la ciudad. Esperaba que David
                 Kachka llegase a tiempo para hacer entrar en razón a la joven, y
                 pretendía entretenerla hasta la llegada del abogado. Fatma no se en-
                 contraba ya en el apartamento cuando la mujer salió de su cuarto.
                 Dedujo que debería estar recogiendo el equipaje en el apartamento
                 de los Maher. Salió al rellano y se la encontró viniendo ya del piso
                 colindante. Portaba una maleta en cada mano.
                    —Buenos días Fatma.
                    —Buenos días —le respondió Fatma sin sorprenderse.
                    —¿Es que ibas a marcharte sin despedirte de mí? —le preguntó
                 la señora Levsky con cierto tono de reproche.
                    —Nooo. ¿Cómo puede pensar eso? Estaba sacando el equipaje
                 para tenerlo ya dispuesto. No he querido despertarla tan temprano.
                 Pero ahora mismo iba a entrar a despedirme.
                    —No darás marcha atrás, ¿verdad? —le inquirió la mujer, aún
                 con un atisbo de esperanza.
                    —No. Lamento no poder complacerla. Pero lo tengo totalmente
                 decidido.
                    —Nada puedo hacer yo entonces por impedírtelo. Pero no es ne-
                 cesario que te vayas tan temprano. ¿Por qué no desayunas conmigo
                 y luego te vas a media mañana? No hay nadie esperándote —le dijo
                 la Señora Levsky intentando ganar tiempo.
                    —Quiero tomar el primer bus que sale hacia Ascalón. Una vez
                 allí no sé cuánto deberé esperar hasta conseguir un transporte que

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