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CAPÍTULO 32.
a misión había sido cumplida. Ariel solicitó al guardia de la
entrada que le permitiese ver al comandante Smiter. Hasta
Lallí llegaba su compromiso con aquella incierta tarea. Quería,
cuanto antes, entregar el informe de lo sucedido.
No tenía muy claro que no fuesen a castigarle por haberse sal-
tado las órdenes superiores, pero había logrado lo más importante,
recuperar con vida a Eitán Sabel y sus dos compañeros. Lo que pu-
diese suceder a partir de entonces ya no dependía de sus decisiones.
El teniente Sabel y los soldados Mailos y Lisnky estaban ya en
sus casas recuperándose de las secuelas de su humillante encierro.
Ariel, que se encontraba en Haifa desde la tarde del día anterior, sólo
deseaba poder reunirse con Fatma.
—Buenos días mi comandante —saludó a su superior en cuanto
le tuvo ante sí.
—Buenos días capitán. Le felicito por el éxito de su misión. Todo
ha salido según lo previsto, y estamos muy satisfechos de su labor.
Ariel se quedó sorprendido. Según deducía de las palabras del
comandante, este nada sabía de lo realmente ocurrido; lo cual sig-
nificaba que el alférez Gorten no había comunicado a Taback sus
decisiones en Ascalón -o al menos el coronel no las había comuni-
cado a los mandos inferiores-. Él portaba un detallado informe en el
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