Page 296 - Edición final para libro digital
P. 296
militares que guardaban la frontera eran inquebrantables. Ariel de-
bió abandonar su intento y recurrir a otras opciones. Estas pasaban
por contactar con algún palestino conocedor de los túneles que ser-
vían como paso para el contrabando, y solicitar su ayuda para cruzar
al otro lado. Incluso, después de conseguir penetrar en Gaza debería
hacer seis kilómetros a pie hasta llegar al lugar donde esperaba en-
contrar a Fatma. Tenía su dirección en Jibaliya, pero no la seguridad
de que ella se encontrase allí. Si no localizaba a la becaria todo su
esfuerzo y el sacrificio de su futuro habrían sido en vano.
A pesar de todo, no estaba dispuesto a renunciar a ella. Ya nada le
importaba más que la hermosa palestina que hacía tan sólo unos me-
ses había robado su corazón. Estaba dispuesto a todo por recuperarla,
y un muro de hormigón no habría de ser lo que le frenase. Regresó a
Erez, el pequeño pueblo situado a tan sólo dos kilómetros del paso,
y allí consiguió contactar con un comerciante palestino que conocía
muy bien la zona, Abdul Faham, un individuo de mediana edad que
vivía a caballo entre Israel, donde obtenía su mercancía, y Palestina.
Abdul le indicó comó llegar a uno de aquellos pasos, quizás el
único que no estaría controlado por el ejército hebreo, y le entregó
una nota a modo de salvoconducto por si sus compatriotas en Gaza
le creaban algún problema. Abdul Faham era muy conocido y respe-
tado entre los contrabandistas palestinos, y su petición era casi una
garantía para que dejasen a Ariel cruzar al otro lado sin causarle pro-
blema alguno. Una vez allí, el joven militar debería apañárselas solo.
No le resultó difícil introducirse en Gaza. Pero el tronar de las
bombas, que ya comenzaran a caer, le indicaba que no habría de
ser nada fácil recorrer a pie la distancia que le separaba de Jibaliya.
Igualmente, estaba decidido a perder la vida en el intento, y se echó
a caminar por una de las todavía embarradas pistas que conducían al
centro de la ciudad. No había recorrido más de un kilómetro cuan-
do una vieja camioneta, con tres hombres armados a bordo, le salió
al paso. El vehículo se detuvo a su lado y uno de los sujetos se dirigió
a él en tono agresivo. Ariel intentó mantener la calma. Era evidente
que aquellos hombres eran miembros de Ezzeddin Al-Qassam, el
brazo armado de Hamás, pero podrían serle de gran ayuda en aquel
momento.
294 295