Page 292 - Edición final para libro digital
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cual explicaba los pormenores de la misión, pero si se lo entregaba a
Smiter no sólo se expondría a un correctivo, sino que compromete-
ría también a Gorten. Una vez más tendría que improvisar y mentir
a su superior.
—Bien capitán. ¿Tiene ya el informe del caso?
Ariel tragó saliva. El abultado dosier que llevaba con él le hacía
más difícil salir airoso de aquel inesperado trance.
—En realidad, no he tenido tiempo aún de redactar ese informe,
Señor. Precisamente venía a pedirle que me concediese un día más
para poder hacerlo.
—Comprendo —respondió el comandante— Tómese su tiem-
po. Por cierto. ¿Qué es lo que me trae entonces? —le preguntó fiján-
dose en los papeles que Kachka tenía en su mano.
Ariel pensó con rapidez. No podía dejar que Smiter viese aque-
llos folios.
—No son para usted, Señor. Son sólo unos formularios persona-
les concernientes a mi ascenso. Recién acabo de recogerlos.
—Ah. Muy bien. Puede retirarse entonces. En cuanto termine
con el informe me lo trae.
—Sí Señor.
Ariel se cuadró ante Smiter, dio media vuelta y salió de la oficina
todo lo aprisa que pudo. Ya tenía un problema menos. Debería agra-
decer al alférez Gorten su discreción y redactar un nuevo informe.
Pero ya no temía punición alguna por las decisiones tomadas en
Ascalón.
El problema que se le presentaba entonces, era el del tiempo. Ten-
dría que permanecer un día más en Haifa; lo cual retrasaría su en-
cuentro con Fatma. Pero ya podía llamarla y decirle que estaba bien.
El silencio solicitado durante la tarea de intercambio ya no procedía.
La llamaría inmediatamente y luego se pondría en contacto con su
padre. Por fin podría disfrutar de su relación con la palestina sin la
incertidumbre que le causaban las presiones del alto mando.
Pocos minutos después de abandonar la oficina del comandante
Smiter, llamó a su futura esposa con la seguridad de percibir al otro
lado de la línea la alegría de la joven. Sin embargo, su llamada no
obtuvo la respuesta deseada.
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