Page 288 - Edición final para libro digital
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me lleve a Jibaliya. Y por la tarde los controles en el paso son ma-
              yores.
                 —¿Y qué harás con el apartamento y lo que te han dejado los
              Maher? Deberías dejar arreglado el tema de la herencia antes de irte.
                 —Eso no tiene importancia. Cuando me sienta con ánimos ven-
              dré a solucionarlo. Mientras tanto le agradecería que se haga usted
              cargo de la vivienda —le respondió al tiempo que depositaba las
              llaves en la mano de la anciana.
                 —Desde luego. No tienes que preocuparte de nada. Sabes dónde
              estoy y tienes mi teléfono. Cuando necesites algo sólo tienes que
              llamarme.
                 —Le agradezco mucho todo lo que ha hecho por mí.
                 La señora Levsky se dio entonces por vencida. Tan sólo podía
              desearle buena suerte y pedirle que no la olvidase.
                 —Claro que no la olvidaré. Ha sido usted muy buena conmigo
              y, desde la muerte de Saida, la única persona que realmente me ha
              comprendido.
                 La buena mujer no pudo contener las lágrimas, y sin responder
              se abrazó a Fatma. La joven también se emocionó y ambas termina-
              ron convirtiendo aquella despedida en un drama. Pero Fatma debía
              tomar aquel transporte y el tiempo corría de prisa. Optó por vencer
              su pena y dio por finalizado el adiós.
                 —Se me está haciendo tarde ya. A las siete sale el autobús y aún
              debo llamar a un taxi que me lleve hasta la estación —le dijo Fatma
              para no prolongar más aquello.
                 —Está bien —se limitó a responder la señora Levsky.
                 —¿Puedo utilizar el teléfono? —preguntó Fatma.
                 —Desde luego.


                 Hacía casi una hora que Fatma se había marchado cuando llegó
              David Kachka. A pesar de lo temprano que saliera de Acre el viaje
              había durado más de lo esperado. El intenso tráfico que se había en-
              contrado en Haifa, y un considerable atasco a la entrada de Tel Avid,
              le habían impedido presentarse ante Fatma con la presteza suficiente
              como para evitar su marcha.



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