Page 284 - Edición final para libro digital
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modos, el anuncio atañía a la joven, y se trataba, sin lugar a dudas,
              de una importante notificación. David Kachka volvió a sonreír an-
              tes de que la euforia de Fatma se viese aplacada por la negativa del
              abogado.
                 —No. Ariel no ha regresado aún. Pero eso no debería preocu-
              parte. Él está bien y no me cabe duda que volver a tu lado será lo
              primero que haga en cuanto regrese —le dijo Kachka intentando
              mantener su alegría.
                 Para Fatma no era suficiente la afirmación del padre del joven
              capitán. En su rostro se reflejó de inmediato la desilusión.
                 —Me dijo la señora Levsky que traía buenas noticias —le dijo la
              joven visiblemente contrariada.
                 —Y así es. Vengo de la comisaría. Ya tienen los resultados gra-
              fológicos, y la letra de la nota es, sin ningún margen de error, la
              de la señora Maher. Han archivado ya el caso y estás libre de toda
              sospecha.
                 Evidentemente era una buena noticia. En Fatma persistía el temor
              a verse envuelta en una investigación criminal, y lo que le acababa
              de decir Kachka le quitaba un gran peso de encima. Pero a pesar de
              todo, su mayor preocupación seguía siendo Ariel. La incertidumbre
              de no saber cuándo regresaría, y sus crecientes dudas respecto a los
              sentimientos de este, la estaban torturando. Por otra parte, conocía
              los problemas que su relación le estaba causando en su entorno labo-
              ral. Estaba, Además, el rechazo de la señora Linsky hacia su persona.
              Definitivamente, la situación no era muy tranquilizadora.
                 Entraron en el apartamento para poner al tanto a la señora Le-
              vsky sobre lo acontecido. Durante un buen rato estuvieron los tres
              hablando sobre el tema; pero la dueña de la casa no veía el momento
              de poder hablar a solas con David Kachka para informarlo de las
              intenciones de Fatma. Probablemente él consiguiese quitarle de la
              cabeza la idea de volver a Gaza.
                 —Fatma. ¿Te importa bajar a comprar unas pastas? Seguro que al
              señor Kachka le apetece tomar un té.
                 —Por mí no se moleste. Yo ya he desayunado antes de salir de
              Acre.



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