Page 286 - Edición final para libro digital
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becaria. Pero quería hablar antes con su esposa y convencerla de-
              finitivamente para que aceptase a Fatma en la familia. A pesar de
              que Rebeca Linsky había cedido ya a la petición de su esposo, di-
              fícilmente querría Fatma regresar a Acre si no era la propia Rebeca
              quien se lo pidiese.
                 En cuanto David Kachka se hubo marchado, Fatma le comentó
              a la señora Levsky su determinación por volver a Jibaliya.
                 —Me alegro que se haya aclarado la muerte de la señora Maher.
              Ahora podré marcharme tranquila.
                 —¿Qué dices?, ¿a qué viene eso de que puedes marcharte tran-
              quila?
                 —Lo he pensado mucho y creo que lo mejor para todos será
              que yo vuelva a Gaza. No quiero seguir siendo un problema para el
              futuro de Ariel. Además, no me siento cómoda ante el rechazo de
              tanta gente.
                 —Nadie te rechaza, Fatma. Te has obsesionado con eso. Ahora
              tienes tu propia casa y algún dinero de la herencia. En cuanto regrese
              Ariel podréis instalaros aquí y vivir tranquilos.
                 —Él ha sido destinado a Haifa y tendríamos que permanecer
              mucho tiempo separados. En realidad, sólo sería un obstáculo en su
              carrera. Prefiero volver con los míos. Pronto, mi relación con él se
              convertirá en un bonito recuerdo, y cada quien podrá vivir su propia
              vida.
                 —Pero esperas un niño suyo. Como puedes negarle el derecho
              de conocerle. Además, ¿qué vas a hacer tu sola en Gaza con un hijo?
              Conoces la forma de pensar de tu gente. Te repudiarán por haber
              tenido relaciones con un judío. No cometas la locura de marcharte.
                 —Lo tengo decidido. Prepararé todo para salir mañana mismo.
                 La señora Levsky hizo todo cuanto pudo por convencer a Fatma,
              pero la joven estaba resuelta a abandonarlo todo, incluido Ariel. Lo
              padecido en la última semana la había sumido en una fuerte depre-
              sión. Sentía que todo estaba en su contra y sólo veía una alternativa;
              volver a su hogar en Gaza. Al menos, estando allí no perjudicaría el
              futuro del joven capitán.
                 La señora Levsky no insistió más. Era evidente que no la haría
              cambiar de idea. Esa misma tarde llamó a David Kachka para con-

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