Page 294 - Edición final para libro digital
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vo informe y solicitar un permiso para ausentarse durante cuarenta y
              ocho horas. No podría acudir en busca de Fatma como militar. Era
              evidente el inmenso riesgo que correría introduciéndose en Gaza
              con su uniforme de oficial. Debía desenvolverse como cualquier ci-
              vil hasta conseguir traer a Fatma de vuelta.
                 Tal como sospechaban él y su padre, el ataque hebreo se estaba
              ya organizando. Aquel mismo día, a las tres de la tarde, dos aviones
              hebreos partirían desde la base de Hatzerim rumbo a la franja de
              Gaza. Poco más tarde sus bombas impactarían sobre objetivos con-
              cretos de la ciudad
                 La estrategia del ejército judío era intensificar los bombardeos
              por la noche, y sumir a toda Gaza en el más absoluto desconcierto.
              Cortarían el suministro de electricidad y los puntos de comunica-
              ción entre la ciudad y el resto de Israel serían cerrados a cal y canto.
              Nadie podría pasar de un lado al otro del muro. Ariel, al igual que
              todos los militares destinados en la base de Haifa, fue acuartelado
              esa misma mañana. El joven capitán empezaba a ser presa de la des-
              esperación. Aquella escalada le impedía llevar a cabo su plan de ir
              a por Fatma. Además, no podía obviar el gran peligro que corría la
              becaria en la casa de sus antepasados.
                 Ante la impotencia que sentía al verse incapacitado para salvar a su
              amada, el joven tomó una decisión, a sabiendas de que le podría supo-
              ner el tener que renunciar, para siempre, a su mayor deseo antes de co-
              nocer a la becaria. Tenía que ir a Jibaliya. Y sólo podría hacerlo si huía
              del cuartel. Pero, aun así, debería atravesar los férreos controles que ya
              se habían implantado en todos los pasos fronterizos, y luego conducir
              más de seis mil metros expuesto a los peligros del inminente enfren-
              tamiento. Sin duda la tarea era toda una odisea, y las consecuencias
              posteriores podrían llevarle a ser severamente penado. La deserción
              era uno de los mayores delitos en el código militar, y Ariel, como
              abogado, sabía que aquello le costaría muchos años de reclusión. Pero
              en el otro lado de la balanza se encontraba Fatma y su amor hacia ella.
              Ariel se decantó finalmente por aferrarse a sus sentimientos y tomó la
              decisión de abandonar la base en cuanto le fuese posible.
                 Debería concebir un plan que le permitiese salir del recinto sin
              levantar sospechas. Su rango de oficial le daba una cierta libertad

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