Page 326 - Edición final para libro digital
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descampado entre ruinas. Un lugar donde se amontonaban decenas
de carros tirados por mulas y algún que otro destartalado coche. Na-
bir dejó su asiento para dirigirse a la parte trasera. Al abrir la puerta
posterior, el ramalazo de luz hizo que tanto Ariel como Fatma se
cubriesen los ojos. La pareja no tenía idea de donde estaban, pero
sabían que aquel no era el paso de Erez. Se temieron lo peor. Por sus
cabezas pasó nuevamente la posibilidad de una traición. Hasta que
Nabir les explicó la razón de aquella detención ninguno se movió
del rincón que ocupaban al fondo del habitáculo.
—Casi hemos llegado —le dijo el menor de los hermanos a
Ariel—. Es mejor que vayas tú en la parte delantera cuando vayamos
a cruzar. Tendrás que ser quien hable con los guardias.
Ariel salió al exterior al tiempo que Nabir pasaba a ocupar su
sitio junto a Fatma.
Kachka no había estado antes en aquel lugar y le sorprendió ver a
tanta gente en los alrededores. A lo largo de la carretera, y en paralelo
a esta, cientos de personas se dirigían a la frontera por un corredor
cubierto y cerrado por ambos lados mediante un enrejado de metal.
Era evidente que el control era exhaustivo, y que difícilmente alguien
podría superar los altos muros que separaban ambos territorios sin ser
interceptado muchos metros antes de acercarse. En cuanto Ariel estu-
vo nuevamente a bordo del vehículo reanudaron la marcha.
El prolongado pasadizo de rejas y chapas metálicas era un her-
videro de gente que intentaba abandonar la Franja. Aquel corredor
que se prolongaba a lo largo de más de setecientos metros a su de-
recha, era la principal vía de paso, y un efectivo modo de controlar
el flujo de personas que atravesaban a diario la frontera. Ariel sintió
pena por toda aquella gente que circulaba hacinada por aquella es-
pecie de pasillo enrejado; cual si de ganado se tratase. La visión de
tanta destrucción y pobreza había despertado en Ariel una empatía
con el pueblo palestino inimaginable unos años antes. No sólo había
llegado a comprender los sentimientos encontrados de Fatma, sino
que allí se sentía incluso avergonzado por el trato que sus compa-
triotas daban a aquellas gentes. Sin embargo, comprendía también
las razones de tanta seguridad, ya que el peligro para los hebreos que
vivían al otro lado del muro era una constante en la región.
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