Page 324 - Edición final para libro digital
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En el momento en que la puerta del apartamento se abrió, Ariel
cesó en su vigilancia y se acercó a los tres hombres que llegaban.
—Este es Rahid, el amigo del cual os he hablado —dijo Nabir
haciendo las presentaciones.
—Hola. Soy Ariel —saludó Kachka, escueta pero cortésmente.
—Hola —le respondió Rahid.
—¿Te han explicado ya lo que ocurre?
—Sí. Me han dicho de que se trata —le respondió el amigo de
Nabir en un correcto hebreo; lo cual daba idea de su asidua relación
con los judíos tal como le dijera Nabir.
—No te preocupes —le dijo a Ariel el hermano de Fatma— Le
he puesto al tanto de todo.
—Bien. Espero que no nos llevemos ninguna sorpresa —comen-
tó Kachka, que no terminaba de fiarse del todo.
—Puedes confiar en nosotros. Comprendo que te invada el te-
mor, pero todo cuanto hacemos es por Fatma y no por ti; así que
puedes estar tranquilo. Jamás permitiremos que nuestra hermana
sufra daño alguno.
Ariel optó por creer en las palabras de Nabir. Al fin y al cabo,
tampoco tenía más alternativa.
—Está bien. ¿Cuándo salimos?
—Podemos irnos ya. Echaré un vistazo a los alrededores para
comprobar que no hay gente armada. Mientras, podéis esperarme
en la furgoneta.
Los cinco abandonaron el piso. En tanto Nabir se adelantaba
caminando, Sabil subió con Rahid a la parte delantera del vehículo.
Fatma y Ariel se acomodaron en la parte de atrás. La furgoneta era
cubierta, por lo cual la pareja quedó totalmente a oscuras al cerrar la
puerta posterior. Sabil dio unos golpes en la chapa que separaba la
caja de la cabina para llamar la atención de Ariel.
—¿Qué ocurre? —le preguntó este.
—Vosotros no hagáis ningún ruido ahí atrás. Si llegásemos a
cruzarnos con milicianos de Ezzeddin Al-Qassam debemos impedir
que registren el furgón.
—De acuerdo —aceptó Ariel.
Al cabo de unos minutos, regresó Nabir.
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