Page 321 - Edición final para libro digital
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yuntura en la que se encontraban. Eran muchos los palestinos re-
                 clutados por Hamás para actuar contra Israel; pero era evidente que
                 no todas eran personas de escaso intelecto y desbordante odio. Al
                 menos no en el caso de Sabil. Quizás su juventud e inexperiencia
                 les habían llevado a seguir las consignas bélicas de quienes sólo de-
                 seaban la guerra. Pero estaba claro que ya no era esa la razón por la
                 cual los Hasbúm militaban en Hamás. Realmente creían en la causa.
                    Sus remordimientos y su deseo de redención para con Fatma por
                 lo sucedido a su padre años antes, parecían haberles decidido a aban-
                 donar cualquier lucha ideológica y renunciar a sus viejos rencores.
                 Ambos eran aún muy jóvenes y la posibilidad de comenzar una nue-
                 va vida en el próspero Israel sería una satisfactoria manera de expiar
                 su culpa.
                    A Ariel, la idea le pareció bastante viable. Sobre todo, teniendo
                 en cuenta su total incertidumbre al respecto. Miró a Fatma. Espe-
                 raba de esta una opinión, quizás alguna objeción por lo arriesgado
                 del plan y las posibles consecuencias en caso de no lograr convencer
                 a los mandos judíos. Pero la joven no dijo nada. Se limitó a asentir
                 con la cabeza, esbozando una leve sonrisa.
                    —Está bien —aceptó Ariel—. Quizás no sea el mejor plan ni el
                 más seguro, pero ahora mismo es el único que resulta medianamen-
                 te factible. ¿Cuánto tardará en llegar tu amigo?
                    —Él vive cerca de aquí. A tan sólo tres manzanas. Iremos a bus-
                 carle. Si está en su casa estaremos de vuelta en menos de media hora.
                 Iros preparando.
                    —Ya estamos preparados.
                    —Yo debo recoger aún mis cosas y hacer la maleta —dijo Fat-
                 ma—.
                    No necesitas llevarte nada. Viajaremos mucho más rápido sin
                 equipaje. Ya compraras todo cuanto necesites en Acre.
                    Fatma prefirió no retomar el tema de su futura residencia. Una
                 vez estuviesen a salvo en Haifa ya hablarían de ello. Tenía la herencia
                 de los Maher y su idea era establecerse en el apartamento que los
                 ancianos fallecidos le habían dejado. Además, aún no había hablado
                 con Ariel de sus diferencias con la señora Linsky. Pero no era aquel
                 el momento de decirle a su prometido lo que tenía planeado.

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