Page 318 - Edición final para libro digital
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No temas. No pertenece a Ezzeddin Al-Qassam; ni siquiera sim-
              patiza con la organización. Se trata tan sólo de un contrabandista
              que hace negocios con los hebreos de vez en cuando. También ne-
              gocia con los sirios a través de Cisjordania. Todo este conflicto no le
              importa en absoluto. Sólo desea poder continuar con sus mercadeos.
                 —Siendo así. ¿Por qué habría de prestarse a ayudarnos?
                 —Es un buen amigo. Nos conocemos desde muy niños. Si se lo
              pedimos nosotros nos ayudará.
                 —De todos modos, no podríamos atravesar por el paso de Erez,
              ni por ningún otro. A estas alturas estarán alertados todos los con-
              troles. Me he marchado sin permiso del acuartelamiento y llevo más
              de veinticuatro horas desaparecido. Sin una buena razón que me
              disculpe me detendrán al instante. Y me temo que también Fatma
              sería objeto de averiguaciones.
                 —¿Y qué es lo que propones entonces? —le preguntó Sabil.
                 —He entrado en Gaza por uno de los túneles. Tendremos que
              salir por el mismo lugar.
                 —Los túneles ya no son una opción. La mayor parte de ellos han
              sido destruidos por los soldados, y si alguno permanece operativo
              seguro que estará muy vigilada la zona. Sería mucho peor para ti que
              te detuviesen intentando pasar por ahí.
                 Ariel comenzó a preocuparse seriamente sobre su futuro. No tenía
              la menor duda de que sería severamente punido si decía la verdad.
                 Su relación con la palestina había sido una de las razones por las
              cuales le habían metido en todo aquel asunto de las negociaciones,
              y el ataque posterior a la liberación de Eitán Sabel y sus dos compa-
              ñeros era la prueba evidente de que le habían utilizado. Si aparecía
              con Fatma, viendo que su relación continuaba intacta a pesar de
              todo, le condenarían por desertor. Ariel sabía que todo aquello era,
              además de una venganza por la matanza de Sheikh Ratwan, una
              conspiración tramada por el teniente coronel Machta; quien había
              conseguido el favor del coronel Taback para que le ayudase.
                 La situación a la que debería enfrentarse en Israel le preocupaba
              más en aquel momento, que el seguro e inminente riesgo que les
              supondría recorrer la distancia que les separaba de la frontera entre
              milicianos encolerizados.

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