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CAPÍTULO 36.











                      a pareja esperó pacientemente el regreso de los hermanos de
                      Fatma. Ambos habían salido en busca del amigo del cual les
                Lhablara Nabir. Si todo iba bien, en menos de una hora estarían
                 camino de la frontera. Los dos conocían el peligro que habría de
                 suponer aquel pequeño viaje, pero no hallaron una mejor solución
                 para salir del atolladero en el cual estaban metidos.
                    Hacía casi dos horas que los dos hermanos habían salido. Ariel
                 comenzaba a ponerse nervioso, y Fatma, que trataba de tranquilizar-
                 le exponiéndole lo difícil que les resultaría encontrar al transportista,
                 tampoco confiaba mucho en sus consanguíneos. En el fondo, am-
                 bos temían que pudiesen ser objeto de una traición de los varones
                 Hasbúm. Pero sólo les cabía esperar. La situación no les permitía
                 improvisar ninguna otra estrategia.
                    Ambos comenzaban a desesperar cuando oyeron el ruido de un
                 motor en el exterior. Ariel se asomó a una de las ruinosas ventanas,
                 tomando todo tipo de precauciones. Justo en ese momento, se de-
                 tenía ante la casa una vieja furgoneta. De la parte delantera descen-
                 dieron los Hasbúm, y por la puerta del conductor bajó un joven de
                 tez muy oscura y pelo encrespado. Nadie más se acercó a la entrada,
                 pero Ariel continuó vigilando el vehículo por si de su interior salían
                 más individuos.


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