Page 327 - Edición final para libro digital
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Estaban casi llegando al control fronterizo. Moviéndose muy len-
tamente debido a la enorme cola que apenas avanzaba algunos me-
tros de vez en cuando. Ariel tuvo mucho tiempo para razonar sobre
aquella visión, para él desconocida. ¿Quién era el verdadero culpable
de aquel espectáculo? ¿Los judíos, que consideraban a los palestinos
como un peligro para su seguridad o los propios palestinos, muchos
de los cuales arengaban a sus más fanáticas facciones para cometer
todo tipo de atentados contra sus vecinos hebreos?
El joven capitán comprendió que de nada valía buscar culpables.
Su posicionamiento se había convertido en un imposible dilema que
no era capaz de resolver. Se centró en su momento. Tan sólo tenían
tres vehículos delante y temía que los nervios le jugasen una mala
pasada ante los guardias. La situación era muy tensa y se estaban
jugando su futuro.
—Buenos días —les saludó uno de los soldados—. ¿A dónde
se dirigen?
—Buenos días soldado. Soy el capitán jurídico Ariel Kachka. Un
grupo perteneciente a Ezzeddin Al-Qassam me secuestró ayer en
Erez. Estos jóvenes me han ayudado a huir junto con mi prometida.
El soldado se les quedó mirando incrédulo. No tenía duda de
que quien le estaba hablando era judío, pero debería corroborar su
identidad.
—Dice que ha huido junto a su prometida. ¿Dónde está ella
entonces?
—Está en la parte trasera, con su otro hermano.
—¿Y quiénes son ellos? —continuó el militar con el interroga-
torio.
—Mi prometida se llama Fatma Hasbúm, y quien está detrás
con ella es su hermano Nabir. Este es su otro hermano, Sabil —le
respondió señalando al mayor de los Hasbúm.
—¿Y ese quién es? —preguntó nuevamente el soldado. Señalan-
do esta vez a Rahid.
—Me llamo Rahid, Rahid Abdelan. Soy comerciante y me han
pedido que les trajese hasta la frontera.
—¿Podría bajarse de la furgoneta? —le pidió el guardia a Ariel.
Mientras los demás eran vigilados por otros dos soldados armados.
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