Page 332 - Edición final para libro digital
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Ariel les expuso detalladamente todo cuanto habían ideado con
los Hasbúm para justificar su ausencia.
—Lo que no comprendo es la razón que le ha llevado a trasladar-
se a Erez sin autorización y vestido de civil. Usted, al igual que todos
los demás, tenía orden de no abandonar la base.
—Lo sé señor. Y reconozco mi indisciplina. Me dejé llevar por
los sentimientos. Mi prometida estaba en Gaza y temía por su vida.
—Su prometida es palestina y, según mis informantes, se trasladó
a Gaza por decisión propia.
—Es cierto señor. Pero su intención era reunirse conmigo. Sabía
que yo había sido enviado a una misión allí y nadie le daba noticias
mías. Creyendo que podría haberme sucedido algo decidió compro-
bar ella misma si estaba bien.
—Eso no justifica su desobediencia.
—Lo sé señor, y ruego se me disculpe por haber actuado así. La
realidad es que me dejé llevar por los sentimientos. Pero estoy dis-
puesto a asumir mi culpa.
—Es usted consiente de que ha cometido una falta grave. ¿Verdad?
—Sí, señor. Soy consciente, y cumpliré gustosamente el castigo
que me sea impuesto.
—¿Gustosamente? —se sorprendió el coronel ante la respuesta
de Ariel.
—Sí, señor. Cualquier castigo será para mí un placer si ello supo-
ne poder ser fiel a mi amor por la señorita Hasbúm.
Taback y el padre de Ariel permanecían en silencio. La seguridad
y el aplomo con el que el muchacho asumía su culpa tenían descon-
certados a los dos militares. No así a su padre que conocía de ante-
mano las intenciones de su hijo. Incluso había apoyado su actitud.
Entonces, el coronel Taback decidió intervenir.
—Quisiera hacer constar mi admiración ante tan noble senti-
miento. Pero la milicia tiene unas normas que deben ser cumplidas.
El capitán Kachka deberá ser juzgado por insurrección, y que sea el
jurado quien decida si sus razones lo eximen de castigo alguno —
dijo dirigiéndose a Peres.
Aún no le diera al coronel Peres tiempo de responder cuando
entró en el despacho Abe Sabel.
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