Page 329 - Edición final para libro digital
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—No se preocupe teniente. Es lógico que no conociesen mis cir-
cunstancias. Hace tan sólo un par de días que me hicieron prisione-
ro. He tenido mucha suerte. Con el revuelo que aún hay en el centro
de Gaza han descuidado mi vigilancia. Gracias a los hermanos de mi
prometida he podido escapar.
—Le comprendo señor, pero hay una orden directa del general
Abelovich para que sea usted trasladado a la base de Haifa.
—¿Y qué ocurre con estos hombres que me han liberado y con
mi prometida?
—En principio las órdenes son que se le facilite el traslado sólo a
usted. Ellos tendrán que permanecer retenidos en Ascalón hasta que
se aclare la situación.
Una vez más, a Ariel se le torcían los planes. También una vez
más debería separarse de Fatma; y lo que era aún peor, su reencuen-
tro dependía de que sus superiores aceptasen como bueno su argu-
mento, algo de lo que no estaba muy seguro. Lo que le tranquilizaba
un poco era saber que serían retenidos en Ascalón. Eso significaba
que estarían a salvo de posibles represalias de Hamás, y entraba en
lo posible que les dejasen quedarse en suelo israelí. Seguro que con
la ayuda de su padre y las influencias del comandante Sabel termi-
naría por solucionarse todo, y pronto se reuniría nuevamente con
su admirada becaria. Al fin y al cabo, Abe Sabel le debía en parte la
vida de su propio hijo, y dada la amistad que el comandante retirado
tenía con su padre, veía muchas probabilidades de que todo saliese
bien. Al menos eso quería creer, y habría de ser lo que mantuviese
sus esperanzas.
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