Page 346 - Edición final para libro digital
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Le llevó menos de una hora recorrer los poco más de noventa
kilómetros que separaban la base en Haifa de Tel Avid; si bien una
vez llegado a la gran urbe debió controlar su impaciencia durante
otra media hora, el tiempo que tardó en ir hasta el Assuta Hospital
e interesarse por Nabir.
Finalmente, pasadas ya las dos de la tarde, Ariel entraba en la sala
de urgencias del French Hospital.
—Quisiera saber si ha sido ingresada aquí la señorita Fatma Has-
búm —le dijo al celador que atendía en el mostrador de información.
El interpelado miró su ordenador unos segundos.
—Sí. La señorita Hasbúm ha sido trasladada a rayos. Le están
haciendo algunas pruebas.
Ariel ni siquiera le dio las gracias, a pesar de su acostumbrada
educación. Casi corriendo se dirigió a la sección indicada. Al llegar
allí debió esperar a que concluyese la prueba de escáner que le es-
taban haciendo a la becaria. Esta salió del habitáculo un cuarto de
hora más tarde. En su frente llevaba dos aparatosos apósitos, y su
deteriorada vestimenta, manchada y raída, era testimonio gráfico de
los efectos provocados por lo ocurrido en Etsyon Gever.
Ambos se abrazaron nada más verse, y como era ya costumbre en
la joven becaria, esta no pudo contener el llanto. Los nervios, aún
presentes, por lo sucedido y el alivio que le producía tener a Ariel
a su lado, vencieron toda su resistencia emocional haciendo que se
rompiese en incontenibles sollozos.
—¿Has visto a Nabir? —preguntó la palestina sin dejar de llorar.
—Sí. He estado con él en el Assuta. Está mal herido; aunque
me han dicho que está fuera de peligro. Aún deben hacerle pruebas,
pero lo más probable es que se recupere.
—Y Sabil. ¿Sabes algo de él?
—No. De Sabil no sé nada. Quizás le hayan trasladado a otro
centro. No temas. Seguro que se encuentra bien.
—No he podido verle entre los heridos que evacuaron y tampoco
le he reconocido entre los muertos. Él estaba mucho más cerca que
nosotros de la explosión. Temo que la misma le haya destrozado.
Al decir aquello, aumentó la desolación de la muchacha. A pesar
de la casi nula relación con sus hermanos, aquellos días que habían
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