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CAPÍTULO 5.
an sólo faltaban dos días para que Abner Rement dejase li-
bre su plaza. En su lugar se sentaría, a partir del domingo si-
Tguiente, la bella Fatma. Pero aquellos expedientes que el cabo
pusiera sobre la mesa de Ariel unos minutos antes, despertaron en
el teniente una inusitada curiosidad. Bien era cierto que el apellido
Hasbúm era relativamente usual en Gaza, pero el hecho de que se
diesen tantas coincidencias tenía a Ariel sumamente preocupado.
Faltaban tan sólo dos días para que llegase el sábado, y Kachka
quería resolver sus dudas antes de que Fatma tomase posesión de su
cargo; por esa razón había de centrar toda su atención en aquel asun-
to. Puesto a ello, llamó al cabo Abner Rement a través del interfono.
—Cabo, necesito alguna información extra sobre este último ex-
pediente. Venga a mi despacho, por favor.
—Sí señor. ¿Necesita usted que le lleve algo? —respondió el cabo
con exagerado aspecto protocolario. Evidenciando que la relación
entre ambos no iba más allá de lo estrictamente militar.
—No. Sólo venga hasta aquí, quiero encargarle unas gestiones
—le replicó Ariel en el mismo tono.
A los pocos segundos, el huraño colaborador se presentó ante su
superior. Kachka ni siquiera le invitó a sentarse, tan sólo se limitó a
preguntarle al tiempo que agitaba el expediente con su mano.
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