Page 51 - Edición final para libro digital
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—Bien. Puede retirarse cabo —concluyó Ariel.
Kachka conocía muy bien a su subordinado y, a pesar de su escasa
lealtad y su malsana costumbre de contarle al teniente coronel Ma-
chta cualquier desliz que pudiese conllevar una llamada de atención
hacia su persona, sabía muy bien cuál era su punto débil. Rement se
volvía un eficiente colaborador en cuanto le enaltecían un poco el
ego, y el comentario que hiciera Ariel, refiriéndose a la menor com-
petencia de quien iba a sustituirle, había surtido el deseado efecto de
estimularle para que se esmerase en la tarea.
En cuanto Rement se hubo retirado, Ariel retomó el informe y
centró nuevamente su atención en los nombres de los dos palesti-
nos. Hubiese querido equivocarse, pero cuanto más pensaba en ello
más seguro estaba que se le acababa de plantear un problema con
el cual no contaba. Si aquellos dos hombres eran los hermanos de
Fatma, su relación con ella no comenzaría tan bien como le hubiese
gustado. En el caso de ser condenados por terrorismo, supondría
un duro golpe para la becaria, quien, a pesar del poco aprecio que
sentía por ellos, les guardaba el debido respeto que su religión le
exigía. Además, eran los únicos familiares que le quedaban, aunque
llevase tantos años sin poder contar con su apoyo. Kachka tendría
que impedir que Fatma supiese nada de aquello; al menos mientras
él no pudiese intervenir en el caso.
El teniente sabía muy bien que no sería nada fácil mediar en
favor de aquellos hombres si desde Ascalón se afirmaban en la acu-
sación de terrorismo. Quizás por cualquier otro delito fuesen en-
viados a la justicia ordinaria, donde él podría mover algunos hilos
gracias a las influencias de su padre en la institución, pero tal como
se presentaba el caso, lo más probable era que se encargase de ello
un juez militar. Su departamento no tenía atribuciones suficientes
como para manejar aquella información. El informe pasaba por sus
manos sólo para ser evaluado, pero con seguridad una copia habría
sido enviada ya al estado mayor. Él no podría retener el proceso en
su oficina, aunque quisiese.
Al día siguiente, poco antes de terminar su jornada, se presentó
ante él Abner Rement con el reporte llegado desde Ascalón y, en un
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