Page 61 - Edición final para libro digital
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tamiento. A pesar de la adecuada relación laboral, los dos jóvenes
tenían ya asumido el principio de una más estrecha vinculación. Ese
sentimiento se irradiaba en sus rostros cada vez que se encontraban
juntos. La sincera y expresiva mirada de Fatma dio a Ariel la con-
fianza suficiente para ir un poco más allá en su acercamiento. Sin
intermediar ninguna otra excusa, le dijo a la joven:
—Fatma, me encantaría que aceptases venir a almorzar conmigo
este sábado.
Ella se sonrojó una vez más. Aunque no albergaba duda alguna
sobre sus emociones, no lograba vencer del toda aquella timidez que
arrastraba desde niña. Tampoco tenía la seguridad de que su supe-
rior se tomase en serio aquel juego de seducción. Seguía resultándole
chocante que un militar judío se sintiese atraído sentimentalmente
por la hija de un comerciante palestino. Ante el prolongado silencio
de Fatma, Ariel insistió.
—¿Qué me dices? Conozco un restaurante en Kerem HaTeima-
nim donde se come muy bien. Luego podríamos acercarnos a la
playa dando un paseo.
—Está bien —dijo Fatma finalmente—. Pero no quisiera que
me malinterpretase por acceder a su proposición. Usted es mi jefe y
yo tan sólo una becaria palestina. Pero soy una mujer honesta y no
me gustaría que me considerase una atrevida por aceptar, sin más,
su invitación.
—¿Qué insinúas? —le respondió Ariel algo molesto—. Yo jamás
me aprovecharía de mi autoridad para conseguir una cita. Además,
me incomodan enormemente esos prejuicios clasistas y culturales
que se anteponen constantemente al entendimiento entre nuestros
pueblos. ¿Es que acaso por ser palestina debería renunciar a mante-
ner una relación más personal contigo? Te aseguro que no profeso
rechazo alguno hacia tu nación, y comprendo vuestras reivindica-
ciones, pero no ha de ser dejándonos llevar por el odio como llegue-
mos a un acuerdo. Soy militar y me gusta mi profesión, pero en mi
corazón no existe aversión alguna. Sí, he de reconocer, sin embargo,
que, siendo más joven, cuando nos conocimos por vez primera, eran
otras mis emociones. Me había dejado llevar por consignas e ideales
equivocados que me hacían odiar y desear venganza, pero desde que
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