Page 57 - Edición final para libro digital
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movía la haría sentirse más segura. Pero los denodados esfuerzos que
                 debía hacer para impedir que el paraguas volase de sus manos, y la
                 falda ajustada que le cubría hasta más abajo de la rodilla, parte de
                 un elegante traje con chaqueta del mismo tono, así como unos za-
                 patos nada adecuados para correr, le impedían ir tan aprisa como le
                 hubiese gustado en aquel momento. Le faltaban aún unos cincuenta
                 metros para llegar hasta el semáforo, donde ya se veía a un buen nú-
                 mero de personas esperando el cambio en la luz para cruzar la calle,
                 cuando la ventanilla del lado derecho de un Audi negro que la venía
                 escoltando se bajó y desde dentro alguien gritó su nombre.
                    — ¡Fatma!
                    En aquel instante ella se giró para ver quien la llamaba, quedan-
                 do entre sorprendida y satisfecha. Dentro del automóvil, mirándola
                 con una amplia sonrisa, se encontraba Ariel.
                    —Buenos Días. Supongo que te diriges a la oficina. Si quieres
                 puedo llevarte, el tiempo no está como para caminar —se ofreció el
                 teniente antes de que Fatma hubiese reaccionado.
                    —Buenos días —respondió entonces la muchacha sonriendo—.
                 En realidad iba a tomar un taxi en el bulevar. La mañana no anima
                 mucho a desplazarse andando, desde luego.
                    —Entonces sube. Yo voy también hacia la oficina. Te llevaré.
                    Fatma subió al coche del teniente sin terminar de creerse que
                 aquel encuentro pudiese ser fortuito. Le preguntó al oficial.
                    —¿Vive usted por aquí cerca?
                    —En realidad no, pero viendo cómo ha amanecido el día pensé
                 que sería una buena idea pasar a buscarte. No quisiera que tu primer
                 día de trabajo te presentases mojada y con el pelo revuelto. Es im-
                 portante que mi nueva colaboradora aporte una buena imagen a la
                 oficina —le respondió él a modo de broma.
                    Fatma se lo quedó mirando con el ceño fruncido, y Kachka le
                 sonrió al tiempo que le hacía un guiño. Aquello hizo que la joven se
                 sonrojase, pero la simpatía del teniente y su atrevimiento termina-
                 ron por arrancarle una sonrisa.






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