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CAPÍTULO 6.











                       acía tan sólo una semana que Fatma venía ocupando el cargo
                       que anteriormente tuviera el cabo Rement, pero la innata in-
                Hteligencia de la joven y el incondicional apoyo de su encelado
                 jefe habían contribuido a una rápida adaptación de la novel jurista.
                 La flamante becaria se había hecho, en pocos días, con el control de
                 todas las funciones propias de su puesto. Los cinco días que prece-
                 dieran a aquel fin de semana, el teniente Kachka se había esmerado
                 en la conquista de la palestina, y los esfuerzos por agradar a la mu-
                 chacha habían dado su fruto. Realmente, no le había resultado muy
                 difícil cautivar a su nueva ayudante; pues esta llevaba tiempo predis-
                 puesta a los halagos y a los embelesos de su superior. De hecho, era
                 algo que había estado deseando desde el momento mismo en que se
                 presentara solicitando el trabajo.
                    Luego de toda una semana de convivencia laboral y pláticas más
                 o menos introspectivas, aquel sábado, después de haberse tomado
                 la tarde del viernes un muy merecido descanso, salieron a comer
                 juntos.
                    Para Fatma Ariel había dejado de ser el teniente Kachka tan sólo
                 unas horas después de su segunda jornada de trabajo, cuando el jo-
                 ven la había llamado a su despacho, faltando tan sólo cinco minutos
                 para terminar la tarea diaria, con la intención de entablar con ella


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