Page 63 - Edición final para libro digital
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coronel Machta. Me sentiré mucho mejor a tu lado si me demuestras
                 más confianza, ¿y qué mejor manera de hacerlo que tuteándome?
                    Una amplia sonrisa se reflejó en el rostro del teniente mientras
                 Fatma, aliviada, soltaba sonoramente el aire retenido debido a la
                 tensión.
                    —Está bien, lo intentaré —dijo ya más relajada.
                    —Señorita Hasbúm. No es una petición, es una orden —le repli-
                 có Kachka riendo abiertamente.
                    —Haré entonces lo que usted ordena, mi teniente —continuó
                 Fatma siguiendo con la broma.
                    En aquella conversación se había forjado entre ambos una inci-
                 piente relación. Los días restantes, hasta llegado el fin de semana,
                 como consecuencia de las horas que pasaban juntos, incluso después
                 del trabajo, cuando aprovechando las agradables y prolongadas tar-
                 des veraniegas mantenían largas conversaciones mientras tomaban
                 el té en una cafetería cercana, les habían servido para romper to-
                 talmente el hielo. La comida del sábado, que en principio debería
                 suponer el inicio de algo, pasó a convertirse entonces en una jornada
                 especial. Una jornada en la cual la pareja ya no intentaría comenzar,
                 pues aquel encuentro habría de reforzar la continuidad de un primer
                 episodio en su particular novela rosa.

                    El clima era agradable, pero sin llegar al excesivo bochorno que
                 habían estado soportando durante los días anteriores. La confortable
                 temperatura ambiente hacía que la concurrida avenida ofreciese una
                 actividad poco usual a esas horas del día. Habitualmente, el sofocan-
                 te calor solía persuadir a los paseantes, quienes optaban por refugiar-
                 se en alguno de los muchos locales de hostelería que había a ambos
                 lados de la calle. Allí disfrutaban del frescor del aire acondicionado
                 mientras tomaban un café o degustaban alguna de las innumerables
                 ofertas gastronómicas disponibles. La semana se había hecho larga
                 para Fatma, pero no menos lo había sido para Ariel. Ambos habían
                 deseado con impaciencia la llegada del aquel sábado. Finalmente,
                 allí se encontraban, sentados el uno frente al otro en aquella terraza,
                 mientras cientos de personas pasaban frente a ellos en un continuo
                 trasiego humano. Pero los dos jóvenes no veían nada más que el

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