Page 64 - Edición final para libro digital
P. 64

tierno brillo de sus expresivos ojos y sus sonrisas aleladas; cual si de
              un entrañable embeleso entre adolescentes se tratase. No era la única
              vez que tenían ocasión de permanecer juntos fuera de la oficina, pero
              si era la primera ocasión especial en la cual tenían claros los motivos
              de aquella cita. Ambos sabían que no se trataba ya de un momento
              de relax después de una jornada laboral. Aquello era un encuentro
              entre dos seres enamorados. Era una situación muy concreta en la
              cual los sentimientos ocupaban un lugar prioritario; hasta el punto
              de aislarles de todo cuanto sucedía a su alrededor. Fatma jamás había
              sentido nada parecido. Aquello le resultaba tan placentero que no
              necesitaba decir nada para sentirse a gusto. Tampoco deseaba que
              Ariel le hablase, pues sólo el hecho de permanecer allí, mirándose
              a los ojos, llenaba todas sus expectativas. Por su parte, él tampoco
              se atrevía a romper el encanto. Cautivado por los negros ojos de la
              muchacha, miraba extasiado la belleza de esta, sin perder, en ningún
              momento, aquella sonrisa que tanto atraía a la joven. Tenían toda
              la tarde para ellos. Comerían juntos y después irían a pasear por la
              playa, ajenos al ambiente que les circundaba. Ni en sus más bellas
              fantasías había imaginado la becaria una situación tan perfecta. ¿Se-
              ría aquello el amor? De ser así, pensó, cuan cruel no debía resultar
              para muchas jóvenes de su pueblo tener que convivir con hombres
              a los que no amaban. Entregadas como objeto de cambio en un
              matrimonio concertado. Cuanto agradecía a su difunto padre que le
              hubiese permitido llegar a sentir lo que estaba sintiendo.
                 Sin duda, ella era una privilegiada. Si alguna vez había dudado
              de la conveniencia de independizarse de sus hermanos y abandonar
              Gaza, en ese momento daba gracias a Dios por la decisión tomada.
              Probablemente nunca habría llegado a sentir aquello de haber con-
              tinuado en Jibaliya.
                 Ninguno de los jóvenes tenía claro el tiempo transcurrido desde que
              fijaran sus miradas, pero en ningún momento habían deseado cambiar
              la situación. Les bastaba con observarse y sonreír. A pesar de su eviden-
              te madurez, aquella actitud de adolescentes no les resultaba incómoda,
              sino todo lo contrario; ambos se sentían extremadamente dichosos.
                 Finalmente, fue Ariel quien tomó la iniciativa. A pesar de lo in-
              necesario de las palabras, el joven teniente consideró que difícilmen-

              62                                                                                                                                                63
   59   60   61   62   63   64   65   66   67   68   69