Page 68 - Edición final para libro digital
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do un paseo. El arenal estaba saturado de gente a pesar de la suave
              brisa que refrescaba considerablemente el ambiente, por lo cual de-
              cidieran aprovechar el sol tomando algo en una terraza, junto a la
              ribera. El tiempo pasaba de prisa. La sensación de bienestar que les
              producía el contacto de sus manos mientras intercambiaban frases
              amorosas y miradas de deseo, les hacía sentirse ajenos a todo. El
              propio Kachka, a pesar de la importancia que para ambos suponía,
              ni se acordó del caso de los hermanos de Fatma. Era tal su evasión
              en aquellos momentos que tampoco repararon en las miradas inqui-
              sitivas que les dedicaban algunos paseantes. A pesar de su belleza, los
              rasgos de la joven y su indisimulable acento delataban su origen, y
              muchos de los que observaban la naturaleza interracial de la pareja
              no disimulaban su desaprobación y reproche.
                 Casi sin darse cuenta, se encontraron prácticamente solos. Era
              ya de noche cuando se les acercó un camarero para comunicarles el
              inminente cierre del local. Ariel pagó la cuenta y ambos abandona-
              ron la terraza, deseando que aquello no se terminase nunca. La playa
              estaba casi vacía. Sólo unos cuantos rezagados, y algunos buscadores
              de tesoros olvidados, permanecían aún sobre el fino sílice. Fatma
              y Ariel se descalzaron y caminaron sobre la tibia arena hasta dete-
              nerse junto a la orilla. Allí, sin decir nada, permanecieron un buen
              rato abrazados mirando al infinito, donde el cielo, de un brillante
              rojo crepuscular, se juntaba con el eterno Mediterráneo, cerrando el
              mundo ante sus ojos y haciéndoles sentirse, por una noche, distantes
              de una realidad que, a pesar de sus deseos, no dejaría de interponerse
              entre ambos en el futuro.
                 —¿Qué hacemos ahora? —preguntó Fatma rompiendo el silen-
              cio.
                 —¿Tu que deseas hacer? —respondió él con otra pregunta.
                 —No lo sé, deberíamos irnos ya, ¿no crees?
                 —¿Es eso lo que deseas? —le inquirió Ariel sonriendo de una
              manera diferente. Como sabiendo de antemano la respuesta.
                 Fatma no supo muy bien qué contestarle. Realmente deseaba
              continuar con él, pero tenía miedo. Sabía qué sucedería. Que si per-
              manecían juntos sería inevitable. Pero nunca antes había estado en
              tal situación, y no podía impedir sentir aprensión ante la incógnita

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