Page 88 - Edición final para libro digital
P. 88

—¿Qué quieres decir? —se interesó el padre.
                 —Que el cuerpo superior sabe de mi relación con Fatma. Estoy
              seguro que el teniente coronel Machta ha ordenado que nos espiaran
              y han descubierto que estamos saliendo juntos.
                 —No lo comprendo hijo. Tú eres libre de salir con quien te ape-
              tezca. Eres un militar, no un vasallo de nadie.
                 —No es tan sencillo papá, en el ejército no rigen las mismas
              libertades que en la sociedad civil. La paranoia existente respecto al
              tema terrorista hace que cualquiera sea sospechoso. Lo más probable
              es que mis superiores desconfíen de que Fatma, siendo hermana de
              los Hasbúm, intente obtener información para los suyos. De esta
              forma, prohibiéndome defender a sus hermanos y ofreciéndome el
              ascenso, consideran que podrían terminar con nuestra relación y,
              por lo tanto, también con ese riesgo.
                 —¿Pero qué información de interés puede obtener de ti esa mujer?
              Tú no manejas información relevante, ni siquiera tienes acceso a ella.
                 —Así es, pero ya sabes cómo funciona esa gente, ven enemigos
              en todas partes. Si ya de por sí está mal vista la relación entre una pa-
              lestina y un judío, mucho peor se lo plantean si ese judío es militar.
              Siempre me ha gustado la milicia, pero estoy locamente enamorado
              de Fatma y debo buscar la manera de poder seguir con ella sin que
              eso perjudique mi futuro profesional. He pensado que lo primero
              es poder demostrarle el interés que despierta en mí la defensa de
              sus hermanos, ya pensaré luego como conciliar ese ascenso con mis
              sentimientos.
                 —Sin duda quieres mucho a esa mujer y no puedo negarme a
              ayudarte. Ya veremos cómo se lo explicamos a tu madre mañana
              —Aceptó finalmente David Kachka—. De todos modos, deberías
              tener claro, antes de hablar con ella, cómo solucionarás lo del cam-
              bio de destino y lo de tu ascenso. Sobre todo, cómo justificarás ante
              tus superiores que sea yo, tu padre, quien tome la representación de
              los Hasbúm. Todo el mundo en la judicatura me conoce y saben
              perfectamente que eres mi hijo. Tendrán muy claro que ha sido idea
              tuya. Quizás con esta maniobra no consigas evitar el problema.
                 —Lo sé. ¿pero qué otra cosa puedo hacer? No quiero perder a
              Fatma.

              86                                                                                                                                                87
   83   84   85   86   87   88   89   90   91   92   93