Page 91 - Edición final para libro digital
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—Sí…, bueno… hay una mujer que me gusta y estamos salien-
do juntos —le dijo Ariel desconcertado.
No les estaba resultando nada fácil contarle a Rebeca los planes
que habían hecho. A pesar de sus profesiones y de su carácter deci-
dido, ambos habían tenido siempre un especial respeto por la señora
de Kachka. La patrona era una persona con mucho temperamento,
y en aquella pequeña familia era siempre quien tenía la última pala-
bra. Aunque los dos sabían que finalmente la mujer apaciguaría su
ímpetu inicial, sacando a relucir su más tierna y comprensiva natu-
raleza, ninguno de ellos deseaba ser el blanco principal de su primera
reacción. En el fondo, ambos eran hombres muy condescendientes,
y su enorme devoción hacia las mujeres que amaban los hacía, mu-
chas veces, parecer algo simplones.
Finalmente, fue el padre quien decidió afrontar seriamente el
tema, ante la evidencia de que cada vez lo complicaban más.
—Rebeca —comenzó diciendo—. Ariel tiene un problema y me
ha pedido que le ayude. Le he dicho que lo haré, pero tendré que
volver a los juzgados militares; algo que te había prometido dejar
definitivamente.
—¿Qué problema tienes? —preguntó la mujer dirigiéndose a su
hijo, como si no hubiese oído las últimas palabras de su marido—.
Sea lo que sea te apoyaremos en todo.
—Deja que termine de contarte papá. No es tan grave como para
que te preocupes.
Rebeca miró atentamente a su marido, esperando que continuase
con su explicación. Durante un buen rato, el señor Kachka estuvo
informando a su esposa sobre la situación sin que ella lo interrum-
piese en ningún momento; algo de por sí extraño. Cuando finalizó
sus dilucidaciones se echó hacia atrás en la silla intentando que sus
oídos recibiesen el menor castigo posible. Pero la reacción de Rebeca
sorprendió a ambos deudos por su moderación y sosiego. La madre
de Ariel nada respondió a su esposo. En lugar de ello se dirigió nue-
vamente a su hijo, y con voz serena le dijo:
—¿Tanto quieres a esa mujer hijo mío?
—Todo cuanto se puede querer a alguien, mamá —le respondió
Ariel.
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