Page 86 - Edición final para libro digital
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debía tan sólo a su deseo de ponerlos al tanto del mismo. Ariel solía
ser muy reservado en lo concerniente a sus asuntos íntimos, y no
les habría hablado de Fatma si no tuviese alguna razón de peso para
ello. Estaba claro que no había ido para presentársela ni a pedirles
su bendición.
—Recuerdas cuando hablamos por teléfono sobre aquellos her-
manos palestinos que detuvieron en la frontera —le preguntó Ariel
abordando directamente el tema.
—Sí, me acuerdo.
—Pues sobre eso quería que hablásemos. Es un caso que desearía
llevar yo mismo. Pero me han desautorizado mis superiores.
—Comprendo. ¿Y a qué viene tanto interés por ese caso? —pre-
guntó el padre.
Entonces, Ariel le contó detalladamente la relación de Nabir y
Sabil con Fatma, y su deseo de librar a estos de una condena por
terrorismo; lo cual, según él creía, habría de suponer un duro golpe
para su novia.
—Vaya —dijo entonces David Kachka—, eso no me lo habías
dicho.
—En aquel entonces aún no tenía ninguna relación con Fatma
—respondió Ariel.
—Pues debías estar ya muy interesado, por el empeño que ponías
en ello.
Aunque no era un hombre tímido, Ariel notó un cierto calor en
el rostro, pero sin llegar a ruborizarse.
—Bueno…, la verdad es que al verla sí me sentí atraído por ella,
pero aún no existía relación amorosa alguna.
—Ya —respondió su padre en tono afable—. ¿Y qué es lo que
quieres que haga yo?
—Querría pedirte que lleves tú el caso, ya que a mí no me lo
permiten.
El señor Kachka se quedó pensativo, mirando fijamente a su hijo.
Hacía ya algún tiempo que no se dedicaba profesionalmente a casos
de esa índole. Si se habían mudado a Acre había sido, precisamente,
por satisfacer los deseos de su mujer, quien deseaba alejarse un poco
de la bulliciosa Tel Avid y de los reproches de los que era objeto su
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