Page 81 - Edición final para libro digital
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mundo que más se le parezca —dijo Fatma besando a la anciana
                 con ternura.
                    Muy poco habían avanzado con el puzzle, pero era mucho lo
                 que avanzaran en su relación, y sobre todo en disipar las dudas de
                 Fatma. Mientras tanto, el señor Abdud no había parado de roncar, y
                 ya llevaba más de tres horas durmiendo. Saida entró en la sala, apagó
                 la televisión y despertó al viejo Maher.
                    —Anda. Espabílate que dentro de un rato ya vamos a cenar y tú
                 tienes que volver a regar las plantas —le dijo sacudiéndole suave-
                 mente.
                    El hombre se despertó algo desorientado. Ayudado por la mujer,
                 se puso en pie para dirigirse al balcón, donde una buena variedad de
                 plantas adornaba el exterior del inmueble. Saida entró en la cocina
                 cuando Fatma ya comenzaba a preparar la mesa.
                    Cenaron frugalmente. El viejo matrimonio no acostumbraba a
                 comer mucho por las noches, y Fatma tampoco tenía apetito. Al
                 terminar, se acomodaron en el amplio sofá del salón y estuvieron
                 viendo una película hasta pasada la una de la madrugada. Luego se
                 retiraron a descansar. Pero a Fatma no le habría de ser fácil conciliar
                 el sueño. Aquella noche tenía mucho en qué pensar.

                    A pesar de que era sábado y no tenía que madrugar, Fatma se le-
                 vantó muy temprano. La noche, tal como se había imaginado, había
                 sido muy agitada. Como solía ocurrirle siempre que algo la preocu-
                 paba, había tardado en quedarse dormida, y no consiguió descan-
                 sar a gusto. La ansiedad que le suponía hacerse aquella prueba de
                 embarazo, junto al inevitable temor a la reacción de Ariel en caso
                 de ser afirmativa, la habían mantenido en una tensión constante.
                 En cuanto una pequeña claridad se deslizó entre los pliegues de las
                 cortinas ya no pudo continuar en la cama. Se levantó antes que los
                 Maher, quienes solían tenerle ya el desayuno listo cuando ella salía
                 del baño. Pero ya que ese día era ella la primera en llegar a la cocina,
                 se encargaría de los preparativos para que cuando el matrimonio
                 despertase tuviese la mesa servida. A pesar de su voluntad, apenas
                 le había dado tiempo a poner el agua a calentar cuando la señora
                 Maher apareció por el pasillo. La anciana mujer tenía un sueño muy

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