Page 80 - Edición final para libro digital
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más tardases en darte cuenta más duro sería asumirlo. Así que nada
              aprovechas ocultándoselo. Pero si te ama realmente, como a mí me
              parece, no te abandonará por tan grata noticia, sino, bien al contra-
              rio, su amor hacía ti se vería reforzado con un hijo. Ojalá hubiese
              podido yo sorprender de esa manera a Abdud en algún momento
              de mi vida.
                 A pesar de los ánimos y de los buenos argumentos de Saida, Fat-
              ma seguía albergando dudas sobre la conveniencia de hacerse aque-
              lla prueba. Quizás esperar algún tiempo hasta confirmar definitiva-
              mente los sentimientos de Ariel fuese una mejor opción que la que
              su casera le aconsejaba.
                 —Hazme caso y vete mañana a la farmacia, yo estaré esperándote
              para hacer la prueba, así afrontaremos juntas el resultado, sea cual
              sea el mismo —le apremió Saida intentando disipar las dudas que
              invadían a la joven.
                 —Está bien —dijo finalmente Fatma—. Mañana iré a comprar
              ese test de embarazo y que sea lo que Dios quiera.
                 —Quisiera pedirte un favor Fatma —le dijo la canosa señora.
                 —Pídame lo que quiera. Cualquier cosa que yo pueda hacer por
              usted la haré.
                 —Me haría muy feliz que dejes de llamarme señora y me llama-
              ses mamá, pues es así como me siento contigo, como una madre.
                 Fatma se la quedó mirando con dulzura. Aquella cariñosa an-
              ciana también la hacía sentir a ella como si fuese su hija, pero le re-
              sultaba escabroso llamar mamá a ninguna otra mujer. Para ella sólo
              había existido una verdadera madre, y permitir que alguien ocupase
              afectivamente su lugar se le hacía muy difícil. Sentía como si estu-
              viese traicionando la memoria de Karima.
                 —Me encantaría ser su hija, y como tal me siento, pero no creo que
              pudiese llamarla mamá. Sería como si ya no respetase el recuerdo de quien
              me dio la vida. No quisiera que se moleste por ello, pero se me hace duro
              sustituirla. Aunque la quiero a usted como si en realidad lo fuese.
                 —Te comprendo perfectamente hija mía, y me conformo con
              que me llames Saida.
                 —Gracias por su comprensión, Saida. Aunque no pueda verla
              a usted como a mi madre, tenga la seguridad que nada hay en el

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