Page 79 - Edición final para libro digital
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amas, podrás superar cualquier obstáculo que os surja. No voy a juz-
                 garte por nada de lo que pudieses haber hecho porque sé muy bien
                 las locuras que se pueden hacer por amor. Quiero que sepas que,
                 decidas lo que decidas y pase lo que pase, podrás contar con nuestro
                 apoyo, mientras Alá nos permita seguir en este mundo.
                    —Muchas gracias señora Saida —le dijo Fatma casi llorando—.
                 Es usted como una madre para mí. Necesitaba tanto contarle a al-
                 guien todo esto que sus palabras me hacen sumamente feliz.
                    —Nada debes agradecerme. Somos nosotros quienes debemos
                 estarte a ti agradecidos. Desde que has llegado a esta casa no sólo
                 nos has dado alegría, sino que nos has transmitido todo el ánimo
                 que necesitábamos para afrontar felices los postreros años de nues-
                 tras vidas. Eres para nosotros la hija que nunca hemos tenido. Todo
                 cuanto esté en nuestras manos para ayudarte a ser feliz, será poco a
                 cambio del cariño que nos transmites.
                    Fatma se emocionó con las palabras de Saida, y llorando como
                 una niña se abrazó a la anciana. Mientras, no cesaba de expresarle
                 todo el amor que por ella sentía.
                    Al cabo de unos minutos, y moderada ya la emoción de ambas,
                 le dijo la señora Maher:
                    —Volviendo a lo que estábamos hablando antes, debemos asegu-
                 rarnos de tu estado. A lo mejor puedes darle una sorpresa a tu novio
                 cuando lo veas el domingo. Supongo que si tanto le amas estarás
                 deseando tener un hijo suyo.
                    —No lo sé señora Saida. Tengo tantas dudas. ¿Y si llego a estar
                 embarazada y me deja al enterarse?
                    —¿Tan poca seguridad tienes en su amor por ti? Por lo que me
                 has contado no parece que seas para él sólo una aventura. De ser así
                 ya te habría dejado antes de verse sometido a la censura social que
                 vuestra relación conlleva.
                    —También yo he pensado en ello, pero sigo teniendo tanto mie-
                 do a que me abandone que no sabría qué hacer si realmente estu-
                 viese en estado. A lo mejor sería conveniente ocultárselo durante un
                 tiempo hasta tener la seguridad de que también él lo desea.
                    —Mira niña —le dijo la anciana poniéndose más seria—, si no
                 te amase no merecería la pena seguir más tiempo con él. Cuanto

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