Page 172 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

                 El Tapón y Tomás asintieron mientras ellas provecharon el
            momento para abandonar el lugar.
                 —¿Para qué quieres que nos quedemos aquí? —le preguntó
            Tomás al Auri.
                 —¿Veis ese coche que está ahí aparcado?
                 —Sí, ¿qué es lo que tiene?
                 —Los tíos no han bajado, llegaron justo después del chaval
            que vino en taxi, como si lo estuviesen esperando.
                 —¿Y qué pintamos nosotros en esto?, ¿a ti que más te da?
                 —No sé tíos, tengo una corazonada, vamos a esperar a que
            salga el chaval que entró antes, a ver qué pasa.
                 Sin entender muy bien las razones de Aurelio, sus dos com-
            pañeros decidieron acompañarle en la espera, aunque no parecía
            tener mucho sentido su argumento había despertado también su
            curiosidad.
                 No tuvieron que esperar mucho para ver salir al que había
            entrado antes, al otro lado de la puerta y aproximándose a ellos
            venía el hombre al que esperaban, en ningún momento se sacó
            la capucha, continuaba con el rostro tapado pero Auri notaba en
            aquel sujeto algo extraño, a pesar de su andar forzado y su cuerpo
            inclinado con la cara dirigida al suelo en todo momento, algo en
            él le resultaba conocido. El portador de la bolsa de deporte levantó
            la mirada para localizar un taxi y fue justo en ese instante cuando
            le reconoció; la impresión que le causó el encuentro fue tal que al
            encapuchado le fallaron por un momento las piernas pero, inme-
            diatamente, indicó a Aurelio que guardase silencio, Auri, mante-
            niendo la calma y mediante una característica seña, aprovechó su
            posición de espaldas al coche de los dos vigilantes para advertirle
            de su presencia. Éste miró disimuladamente hacia el coche y com-
            prendió al instante que le estaban siguiendo, no podría hablar con
            sus compañeros en ese momento; pero tendría que hacerlo forzo-
            samente o estos podían descubrirlo todo y, entonces, terminarían
            metidos en un buen lío unos y los otros. Una vez más fue Auri, el


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