Page 55 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez
ron unas lágrimas rebeldes; a pesar de lo relajada que estaba, sentía
unas enormes ganas de llorar.
—No llores Ana, todo ha pasado ya, estoy aquí para ayudarte.
Ahora te dejaré un rato con tus tíos, luego volveré a ver cómo te
encuentras.
Antes de abandonar la habitación, Beatriz se acercó a
Tía Carmen y mantuvo con ella una corta conversación, no
pude escuchar que hablaron, pero, a pesar de mi estado de
abotargamiento, vi a mi tía asintiendo con la cabeza mientras Tío
Enrique permanecía junto a la ventana, apoyado sobre el radiador
de la calefacción con los brazos cruzados.
Nada más salir Beatriz de la estancia, mi tía Carmen se acercó
al lecho, tomó mi mano y me besó en la frente.
—Cariño, ¿por qué lo has hecho?
Su pregunta no sonaba a reproche sino a duda; como espe-
rando una respuesta que le confirmase que nada de aquello había
ocurrido por su culpa.
—No lo sé Tía Carmen, me sentía muy mal, es algo
inexplicable, algo que se ha adueñado de mí y no me permite vivir;
una sensación continua de agobio y opresión interna que controla
todos mis deseos. Sólo quiero llorar, nada me importa y en mi ca-
beza sólo existe una obsesión insuperable que no me permite ver
ninguna otra alternativa. Sólo quería liberarme de ese sufrimiento.
Tía Carmen apretó con fuerza mi mano y pude ver cómo por
sus mejillas corrían las lágrimas.
—He cometido una estupidez, ¿verdad?
—Ana, ¿por qué no has hablado conmigo?, todo tiene solu-
ción. ¿Acaso tenemos nosotros alguna culpa?
—No, vosotros no tenéis ninguna culpa, es sólo culpa mía,
lamento haceros pasar por esto.
—No te preocupes cariño, tu tío y yo estaremos contigo, lo
superarás; déjanos que te ayudemos.
Giré la cabeza para que mi tía no pudiese ver mis ojos, mucho
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