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encontráis la cabra de Rahmi y resulta que tie-
ne dos cabritos. Después descubres el escon-
dite de mi gallina y está empollando una do-
cena de huevos. Pues no voy a ser menos
que el viejo Ahmet. Yo te había encargado
que buscaras mi gallina y has encontrado ade-
más doce huevos, de modo que ésos son tu-
yos. Dentro de unos días, habrá doce pollitos
bien amarillos...
—Que se convertirán en gallinas, que pon-
drán huevos, que incubarán... -continuó Zuf-
fu, y le brillaban los ojos de entusiasmo.
—Claro que sí, y tendrán más pollitos -añadió
el granjero, divertido-. Ya tenéis un rebaño en
proyecto y ahora, fíjate, también un gallinero.
La alegría de Zuffu se tiñó de cierta inquietud
cuando le contó su aventura a Selim.
—Todos esos animalitos jamás podrán caber
en el jardín de mi casa -dijo-. ¿Cómo nos las
vamos a arreglar?
Pero Selim, en cambio, pensaba que todo tie-
ne solución cuando uno se propone encon-
trarla. Y él también tenía una novedad que
contarle a su amigo:
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