Page 117 - selim
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—Le he escrito a la vieja Aixa.
—Pero... ¿qué dirección has puesto en la car-
ta? -preguntó Zuffu.
—Es una historia muy larga -empezó a con-
tar Selim-. Ayer vi cómo Rahmi le daba un
empujón a un búfalo pequeño. Es un hombre
muy bruto, y me recordó a Abdurrhaman, el
tallista de piedra. Abdurrhaman también es
muy bestia, pero en el fondo es una buena
persona. Cuando nos marchamos de Estam-
bul estaba tallando piedras cerca de la mez-
quita Bayazit. Es una cantera enorme y lo
más seguro es que él siga allí todavía. Le he
escrito pidiéndole que esté atento por si pasa
Aixa y he incluido en la carta una notita para
ella, dándole nuestras señas de aquí.
—¿Tú crees que Abdurrhaman podrá recono-
cer a Aixa? -preguntó Zuffu- No es más que
una anciana como otra cualquiera. Deben de
pasar muchísimas como ella cerca de la mez-
quita.
—Ya lo sé -dijo Selim-. Pero escucha lo que
le he escrito a Abdurrhaman: «Cada vez que
una anciana se pare cerca de la mezquita, haz
el favor de decir en voz muy alta: "¡Buenos
días, Aixa!". Entonces, si contesta, tendrás
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