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por  los  cerros,  en  varios  kilómetros  a  la  re-
             donda. Y un enjambre no es igual que una ga-
             llina;  no  busca  un  escondite.  Sí que vas a te-
             ner tarea,  recorriendo caminos...


             —Bueno, tengo buenas       piernas -contestó Zuf-
             fu-  Puedo ir tan  lejos como sea necesario.



             El hombre meneó la cabeza:


             —Es   que   ni  siquiera  puedo  orientarte  acerca
             de  qué   dirección  debes    seguir -dijo-.  Con
             frecuencia,  alguien  del  pueblo ve  pasar el  en-
             jambre;  entonces es    más fácil seguirle  la  pis-
             ta.  Pero éste  parece  que  ha  elegido  el  día  en
             que  toda  la  gente  del  pueblo  estaba  ocupada
             en el campo.


             —Lo encontraré -repitió Zuffu.


             Como era    un chico muy bien organizado, deci-
             dió  no  buscar  al  azar.  En  su  imaginación,  hizo
             un  trazado  de  los  campos   alrededor  del  lago
             Sapanca y los dividió como si fueran     una tarta.
             Pensaba explorar un    «trozo»  cada  día,  dejando
             los  alrededores  del  pueblo y  los  del  lago,  por
             supuesto,    ya  que  el  dueño  había  explorado
             aquellos lugares antes de decírselo a él.


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