Page 12 - selim
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-Ésa   es  la  primera  perla  de  mi  collar -aña-
             dió-. Tu conejo blanco tiene razón.    Cada minu-
             to  que  pasa  trae  una  alegría,  aunque  sea  pe-
             queña.   Basta   con  descubrirla...  ¡Mira  si  soy
              una vieja tonta, que  no me   había dado cuenta!



             Ahora   pensaba   que,  gracias  al  papelito  rosa,
              le  iba a  saber mejor el  pan  en  la  comida,  en-
              contraría  más   simpático   el  ronroneo   de  su
              gato  y  más  tiernas  las  caritas  de  los  niños
              que  jugaban   en  su  barrio.  ¡Cuántas   perlas
              para enfilar antes de que llegara   la noche!


              —¡Vaya,   ahí está Selim!   ¡Y sigue con  sus pa-
              peletas!



              El  niño  recibió  un  golpe  en  el  hombro  que
              casi  le  hizo  caer.  Era Abdurrhaman,  el  cante-
              ro,  que  le  daba  así  los  buenos  días.  ¡Abdu-
              rrhaman,   bruto   donde   los  hubiera...,  y  tan
              burlón!


               -Toma,   tengo   diez  kourouchs    para  tirarlos
              -dijo-.  ¡A ver si tu conejo sigue sabiéndose la
              lección!



              Miró  con  curiosidad  cómo   Yazi  elegía  un  pa-
              pel azul.



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