Page 14 - selim
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De inmediato se le pasó el enfado y, todavía
gruñendo, dejó el mazo. Desde luego, ¿a
quién le hubiera servido que su cólera se
desbordase como la sopa hirviendo? Podía
haber golpeado al aprendiz. Entonces le ha-
brían despedido, quizá hasta podrían haberle
mandado a la cárcel...
«La verdad es que lo que vende ese Selim es
pura alegría», se dijo con sorpresa. «Voy a te-
ner que comprarle una papeleta de vez en
cuando.»
Selim tenía una clientela fija. Era muy raro
que una persona que le hubiera comprado
una papeleta no volviera por más. La sabidu-
ría del viejo Salín era como un bálsamo. Sus
frases, que podían parecer misteriosas a!
principio, siempre terminaban resolviendo las
preocupaciones de los clientes.
Selim era un chiquillo alegre y generoso por
naturaleza. Disfrutaba cuando una sonrisa
asomaba de repente al rostro de alguien que,
un momento antes, aparecía triste o preocu-
pado. No se le ocurría nada mejor que hacer
en sus vacaciones, y solía decir con un entu-
siasmo que no le fallaba nunca:
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