Page 18 - selim
P. 18
Mustafá se quedó mirando cómo se alejaba,
con ojos amistosos. «Qué chaval más simpá-
tico», pensó. «Y, además, valiente.»
Entonces su cara se puso triste de repente al
pensar en su propia hija. Semra tenía seis
años. Era muy linda, con unos enormes ojos
negros y un cutis dorado. Cuando se vestía
con el ancho pantalón bombacho de vivos co-
lores, a la moda turca, parecía una verdadera
muñeca. Pero era sorda de nacimiento. Por
eso jamás había pronunciado una sola palabra.
«No, Selim», pensaba Mustafá. «Ni todas las
papeletas de tu conejo blanco bastarían para
salvar a mi pobrecita niña del silencio en que
está encerrada. Haría falta que la gente tu-
viera muchísima sed todos los días del año.
Tanta como hoy, con este calor, o más aún.
Entonces yo ganaría dinero suficiente para
mandar a mi hijita a uno de esos sitios donde
enseñan a hablar a los niños sordos.»
A Mustafá le hubiera gustado tener otro ofi-
cio que le permitiera ganar más dinero. Pero,
antes que él, su padre y, antes que su padre,
su abuelo habían sido aguadores en Estam-
bul. Mustafá no sabía hacer otra cosa que no
fuera vender su agua de regaliz por las calles.
24