Page 15 - selim
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—¡Diez kourouchs por un poco de alegría, se-
ñoras y señores! De verdad que es muy barato.
Ahora, el sol incendiaba la calle y las aceras.
Pero Selim se había situado a la sombra de la
mezquita y se alegraba de ello, porque el día
era muy caluroso. Sin embargo, esa sombra
iba encogiéndose a medida que el sol estaba
cada vez más alto en el cielo. Cuando ya no
quedó más que una estrecha raya al pie de la
mezquita, Selim volvió a meter a Yazi en la
jaula, dobló su mesa plegable y se marchó de
allí. La ciudad se adormecía a causa del calor,
y sus habitantes irían a buscar un poco de
fresco en sus casas. Además, se acercaba la
hora del almuerzo.
Selim recorrió en sentido contrario el mismo
camino que había seguido por la mañana.
Ahora notaba en sus bolsillos el peso de mu-
chas monedas de diez kourouchs, y al pen-
sarlo sonreía complacido. Los meses de ve-
rano eran meses felices porque, con todas
aquellas monedas, su madre podía comprar
algunos caprichos que no se permitía a diario.
¡Y seguro que pronto les prepararía una torta
de miel y avellanas!
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