Page 13 - selim
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—¿Nunca se los come? -preguntó riéndose.
—¡Ah, no...! -exclamó Selim-. ¡Jamás se
le ocurriría comerse las alegrías de nuestros
clientes!
Abdurrhaman se tronchaba de risa.
—Anda, léeme de una vez tus zarandajas...
—«Cuando hierve la sopa, se sale de la olla si
no bajas el fuego -leyó Selim-. ¿Ya quién le
aprovechará entonces?»
—¡Palabra que tu conejo me ha confundido
con una mujer! -dijo Abdurrhaman dándose
una palmada en el muslo-. ¡Como si yo en-
tendiera de sopas! ¡Ja, ja, ja!
Y se marchó, riéndose. Pero a lo largo del día
se acordaría de Selim y de su conejo blanco.
La torpeza de un aprendiz le hizo ponerse fu-
rioso. Abdurrhaman era un hombre bruto y
de mal genio. Tenía en la mano el mazo de ta-
llar la piedra y amenazó con él al torpe mu-
chacho. De repente, se acordó del papel azul.
«La sopa se sale», pensó sin querer.
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