Page 92 - selim
P. 92

—Son    cabras  de  angora...   -explicó  Ahmet-.
             ¿No   ves  cómo tienen    el  pelo  rizado?  Su  piel
             tiene  mucha fama.


             Su  voz  tenía  un  tono  de  orgullo,  como  si  el
             rebaño   le  perteneciera.  Aunque,  en  el fondo,
             ¿no  era  más  suyo  que   del  verdadero  dueño?
             Era  él  quien  asistía  a  los  nacimientos  de  los
             chivitos,  quien  los  cuidaba  con   cariño  y  los
             veía  crecer  día  a  día  hasta  convertirse   en
             aquellas  cabras   tan  hermosas    o  en  grandes
             carneros   de  cuernos   retorcidos.  ¡Ah,  sí!  Era
             como si él fuese el auténtico dueño.


             Cuando    una  de aquellas cabras se   moría, Ah-
             met   sentía  tanto  pesar  como  si  hubiese  per-
             dido a alguien de su familia.


             Los   muchachos     intuían  todo  eso   oyéndole
             hablar o  viéndole  acariciar  con  sus viejas  ma-
             nos  aquellas   pieles  bien  pobladas.  También
             sentían cuánto querían    los animales a su   pas-
             tor;  volvían  hacia  él  sus  amistosos  ojos  dora-
             dos, y el viejo carnero tenía   un aire de simpá-
             tica  malicia,  como   si  compartiese   secretos
             con Ahmet.


             —¡Si supierais   la  alegría que da  recibir  un  ca-
             brito  que  acaba  de  venir  al  mundo!   -dijo  el


              98
   87   88   89   90   91   92   93   94   95   96   97