Page 53 - El toque de Midas
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estruendo. Fui furioso en mi enfoque.
No recuerdo bien cuánto tiempo pasó, pero después de la presentación, General Electric me
llamó por fin. Estamos hablando del poderoso grupo GE al que pertenecían Jack Welch, Dale Frey y
John Myers. Habían decidido aceptar mi propuesta y, como era de esperarse, me sentí muy orgulloso.
El enfoque me recompensaba de nuevo.
Según nuestro plan, cuando comenzáramos a remodelar el edificio lo haríamos a partir de la
estructura de acero exclusivamente. Eso fue en 1995. Philip Johnson era el arquitecto, y trabajaría en
equipo con Costas Kondylis & Associates. Con eso me aseguraba de que el resultado fuera elegante y
contemporáneo. También decidimos hacerlo hotel-condominio porque, en aquel tiempo, el concepto
de los edificios de usos combinados resultaba innovador. No obstante, yo lo hacía más que nada
porque mi sentido común así me lo dictaba. Desde entonces, ese formato se ha replicado en todo el
mundo. Ha tenido muchísimo éxito y puede servirle a los empresarios como un ejemplo de las
ventajas de hacer uso del sentido común. Recuerda que el sentido común te puede ahorrar muchísimo
tiempo y conducirte a ideas bien fundamentadas.
La historia es prueba de que, si lo intentas una vez, entonces debes volver a hacerlo. Mantén tu
enfoque justamente en donde debe estar: en ganar. Fue de esa manera que el edificio Gulf and
Western/Paramount se convirtió en el hotel número uno de Nueva York, y el Trump International
Hotel & Tower en el número uno de Central Park West.
Actualmente tengo muchos campos de golf, pero ahora te voy a contar una historia especial que
va de la mano con el Trump National Golf Club de Los Ángeles. La anécdota complementa bien este
capítulo porque tiene mucho que ver con los objetivos, el enfoque y la visión. El campo de golf del
que te hablo compite en belleza con Pebble Beach. Está frente al Océano Pacífico y es espectacular
de verdad. Sin embargo, el problema que tuve para adquirirlo, fue proporcionalmente enorme: el
hoyo 18 se había deslizado hasta el mar, lo cual dañó bastante los tres hoyos adyacentes. Este campo
de 18 hoyos ahora sólo tenía 15 y necesitaba una rehabilitación impresionante; además, los
propietarios estaban en bancarrota. Yo sabía que sería una labor titánica, pero quería convertir el
campo en lo que imaginaba que podía ser. Le veía potencial y sabía que, a pesar de que tendría que
aprender algunas lecciones en el camino, no podía irme y dejarlo atrás.
Pague 27 millones por el campo de golf. Eso incluía el terreno y la casa club. En un artículo de
la revista Fairways and Greens se habló del trato, y se describió al hoyo 18 como “La zona cero más
61 millones” porque es lo que costaría reparar el daño que había ocasionado el deslizamiento de
tierra que involucraba 17 acres de terreno. Por si fuera poco, las líneas del agua bajo la calle, habían
cedido, situación que provocó un desastre mayor.
La reconstrucción del campo implicaba que se debería diseñar una capa estructural extendida
por el acantilado hasta la playa, una serie de muros construidos con roca Palo Verde, y una
plataforma de acero como refuerzo cada tres metros. Sería un procedimiento bastante complicado, y
61 millones de dólares eran demasiado para rescatar un hoyo. Sin embargo, yo quería que se hiciera
y que se hiciera bien, y esa actitud me permitió omitir las dudas surgidas en aquel prolongado y
arduo proceso.
Por otra parte, también tenía la opción de elegir entre reparar el hoyo 18 y mantener el campo
como era originalmente —lucía muy bien, debo decir—, o volver a diseñarlo por completo y hacer
que quedara fabuloso. Como ya habrás adivinado, escogí que quedara fabuloso, aunque el costo sería
de unos 265 millones de dólares (incluyendo la reconstrucción del hoyo caído). Quise hacerlo a