Page 51 - El toque de Midas
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La gente del show me presentó interpretando varios personajes satíricos: un tecladista, un
hippie, un abogado, uno de los personajes de El príncipe y el mendigo, junto con Darrell Hammond,
y como el vocero de “La casa de las alitas de Trump”, sketch en el que aparecían varios pollos
cantando. Para éste utilicé un traje de poliéster amarillo. El programa, sin embargo, siempre
comienza con un monólogo, el cual define el tono y el criterio sobre lo que será gracioso, como en el
caso de los comediantes que improvisan. Y como todo mundo sabe que se trata de algo difícil,
entonces me pregunté: “¿Y qué pasa si no soy gracioso?”, y comprendí que me había metido en algo
más complicado de lo que pensaba. Además, tenía que enfocarme en los diálogos de los sketches, los
cambios de disfraces, los escenarios y los diversos equipos de actores.
El viernes antes del show salí al set. Ahí estaban todos los tramoyistas y carpinteros muy
ocupados trabajando; les dije: “¿Qué estoy haciendo aquí? Debería estar construyendo, como
ustedes. Ése es un trabajo que conozco bien”. Sentí que me había puesto al frente de las trincheras y
que más me valía tener un buen plan para lo que sucedería al día siguiente por la noche.
Cada programa de Saturday Night Live es un verdadero maratón para todos los involucrados.
Tuvimos ensayos todo el día y, temprano por la tarde, hicimos todo el programa con un público en
vivo de trescientas personas. A esa presentación sólo la tomaron en cuenta como un “ensayo general
con vestuario”. El ensayo general también sirve para decidir cuáles sketches sí se presentarán, y
cuáles no. Los números que gustan más al público son los que casi siempre se quedan pero, de todas
maneras, yo no podría saber cuáles sketches se presentarían en el show en vivo, ni el orden, sino
hasta sólo media hora antes de que comenzara el programa.
Uno de mis números preferidos, en el que aparecía como un novelista romántico, fue sacado y,
además, tuve que aprenderme en cinco minutos la letra de una canción que se les ocurrió añadir de
último momento. A pesar de todo, el verdadero desafío fue cumplir la orden nueva en casi nada de
tiempo y prepararse para lo que viniera. Sabía que la adrenalina corría por mi cuerpo y, por lo tanto,
tuve que enfocarme mucho hasta el final.
Una de las ventajas es que todo el personal de Saturday Night Live, de los escritores a los
camarógrafos, de los vestuaristas a los actores, son profesionales de altísimo nivel. Todos fueron
muy amables y, con mucha gentileza, me llevaron hasta donde tenía que estar para entrar y salir del
set. Para cuando llegó el momento de hacer el programa, ya estaba muy emocionado. Encendí la
televisión en mi camerino para ver algo de golf y relajarme. Todo saldría bien porque estaba
enfocado y quería que todo mundo se divirtiera.
Y eso fue lo que sucedió. Ni siquiera me molestó usar el traje de poliéster amarillo y bailar y
cantar con los pollos. De hecho, ése fue mi sketch favorito. La noche fue una buena lección y se
convirtió en un recuerdo maravilloso. El poder del enfoque fue de gran ayuda en ese caso y, ¿qué si
me da gusto haber corrido ese riesgo? Claro que sí. Puso a prueba mi concentración y me generó un
enorme respeto por todas las personas que trabajan en el programa y en la televisión en vivo en
general.
Creo que el gusto por el riesgo corre por mis venas o, al menos, el gusto por los grandes
desafíos. Desde que era niño supe que quería construir rascacielos. De hecho, lo hacía con mis
cubitos de juguete, y luego tomaba prestados los de mi hermano para que los edificios fueran más
altos. El problema era que los unía con pegamento y, por eso, él nunca podía recuperar los suyos.
Definitivamente, la construcción de rascacielos fue mi meta desde pequeño.
El edificio Trump International Hotel & Tower de Nueva York ha recibido muchos premios,