Page 49 - El toque de Midas
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de diez metros de espacio abierto atrás del edificio y, debido a eso, a menos de que compráramos un
  fragmento del otro terreno que estaba junto a Tiffany’s, tendríamos que cortar el jardín trasero del
  edificio que habíamos diseñado. El terreno le pertenecía a Leonard Kandell, un hombre que no tenía

  el menor interés en vender.
        Por suerte encontré una cláusula en los contratos del acuerdo con Tiffany’s en la que se les
  otorgaba la posibilidad de comprar la propiedad de Kandell dentro de cierto tiempo, sólo porque era
  adyacente  a  la joyería  misma.  Luego  volví  con  Hoving  de  Tiffany’s  para  preguntarle  si  podría

  aceptar que yo adquiriera esa opción de compra sobre la propiedad de Kandell como parte del trato
  que tenía con ellos. Hoving estuvo de acuerdo, pero Kandell argumentó que esa opción le pertenecía
  a Tiffany’s y no era transferible. Tal vez estaba en lo cierto.
        Entonces me percaté de que, tal vez, yo podría demandarlo para cuestionar sus argumentos, y le

  expliqué a Kandell que había posibilidad de entrar a un proceso legal pero, como ninguno de los dos
  quería involucrarse en algo así, llegamos a un acuerdo que nos convino a ambos. Kandell estuvo de
  acuerdo en extender mi contrato de 20 a 100 años, lo cual me daría tiempo suficiente para que el
  proyecto  fuera  financiable  y  eliminar  cualquier  posibilidad  de  prohibición  en  cuanto  a

  rezonificación. Por suerte, Hoving y Kandell se comportaron como caballeros, y yo tuve una suerte
  enorme al poder hacer tratos con ellos.
        Las negociaciones con Kandell tomaron, de hecho, sólo media hora, por lo que esa parte fluyó
  bien;  no  obstante,  debes  considerar  que  antes  de  eso  pasaron  tres  años  para  que  mis  solicitudes

  tuvieran respuesta. Durante todo ese tiempo estuve construyendo la Torre Trump en mi mente. Nunca
  perdí el enfoque de lo que quería hacer y, por lo tanto, mis planes siempre fueron precisos y vívidos.
        En el tiempo que pasé armando el rompecabezas para construir la torre, con frecuencia recordé
  a Robert Moses, importante figura en la historia de la ciudad de Nueva York. Él solía decir: “No se

  puede  hacer  tortilla  francesa  sin  romper  el  cascarón  de  los  huevos”.  Yo  sabía  que  todavía  me
  quedaban varios cascarones más por romper.


  Saga de la Torre Trump: Parte II

  El  terreno  en  donde  quería  construir  la  Torre  Trump  le  pertenecía  a  Genesco.  Bonwit  Teller,  la
  famosa  tienda  departamental,  estaba  ahí.  Por  suerte,  soy  un  buen  negociador.  Necesité  mucha

  experiencia para cubrir todos los requisitos de construcción. Genesco y yo mantuvimos nuestro trato
  en secreto durante algún tiempo, y esperábamos poder firmar los contratos en unos cuantos meses
  más.  Pero  entonces,  surgieron  noticias.  De  repente  había  una  serie  de  compradores  importantes
  interesados en Genesco. Entre ellos, algunos inversionistas árabes muy ricos del ámbito petrolero.

  De la misma repentina forma, supe que Genesco quería salirse del trato.
        ¿Recuerdas  todas  esas  cartas  que  escribí  durante  tres  años?  Le  llegaban  a  un  hombre  de
  Genesco llamado Jack Hanigan. Por suerte, él me había enviado una especie de carta-compromiso de
  una  cuartilla.  Entonces  le  hice  saber  a  Genesco  que,  si  no  respetaban  el  trato,  los  demandaría

  legalmente  y  que,  con  eso,  retrasaría  cualquier  intento  de  su  parte  por  venderle  a  alguien  más  el
  terreno  en  donde  estaba  Bonwit.  En  realidad,  no  estaba  seguro  de  que  la  carta  los  obligara
  legalmente a algo pero, al menos, corrían al riesgo de que me convirtiera en un tremendo dolor de
  cabeza para ellos. Además, para ese momento ya había demasiado en juego como para andarse con

  suposiciones.
        Con  frecuencia  Robert  menciona  el  factor  riesgo  que  implica  ser  empresario.  Pues  lo  que
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