Page 74 - El toque de Midas
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de identificar buenas marcas cuando me topaba con ellas. En un esfuerzo para salvar el negocio, me
  involucré accidentalmente en la industria del rock and roll, un ámbito repleto de marcas asombrosas.
        En 1981, Pink Floyd, la banda de rock, contactó a mi compañía para preguntar si nos interesaba

  una  licencia  de  la  banda  (o  tal  vez  debería  decir,  de  la  marca  Pink  Floyd).  Como  yo  estaba
  desesperado  por  conseguir  cualquier  oportunidad  de  negocio,  escuché  con  cuidado  lo  que  me
  propuso el agente de la banda. Él no lo sabía entonces pero, al venderme la marca de una banda de
  rock and roll famosa a nivel mundial, acababa de salvar mi negocio.

        Yo no estaba familiarizado con esa industria, por lo que, de inmediato, volé de Hawai a San
  Francisco para reunirme con los agentes de licencias de Pink Floyd. La reunión resultó ser un regalo
  caído  del  cielo;  con  ella  comenzó  mi  educación  acerca  del  negocio  del rock  and  roll.  En  ese
  momento descubrí que una marca no sólo puede ser de gran valor para los propietarios, sino que,

  mediante las licencias, también puede generar muchísimo dinero para otros.
        En cuanto vi la luz, conseguí que otros grupos y artistas me ofrecieran tratos similares. Entre
  ellos se encontraban The Police, Duran Duran, Boy George, Ted Nugent y Judas Priest. Los grupos
  más  antiguos  como  The  Grateful  Dead  y  The  Rolling  Stones,  también  estaban  en  pláticas  con

  nosotros. Por desgracia, el nombre de The Beatles no estaba disponible como marca para licenciar
  entonces.
        Así como padre rico me lo hizo ver con mucha claridad, puedes ser una marca o, simplemente,
  un producto más. Para ser marca debes crear una relación con tu cliente y, por supuesto, aquellas

  bandas  de rock  tenían  excelentes  vínculos  con  sus  seguidores.  Los  agentes  de  licencias  nos
  ofrecieron la oportunidad de formar parte de esa relación entre fanáticos y renombrados artistas a los
  que adoraban.
        Desde la primera reunión que tuve con la gente de Pink Floyd, el negocio de Rippers se salvó

  gracias al acceso que tuvimos al mercado del rock and roll en todo el mundo. Fue como abrir la
  puerta a un mundo nuevo de negocios, un ámbito que yo ni siquiera sabía que existía. Nos salvamos
  porque Rippers se asoció con algunos de los nombres más influyentes de bandas de la industria.



  Venimos con la banda
  Para 1982 ya no mencionaba la palabra Rippers en mis conversaciones. En lugar de presentarme así:

  “Hola,  soy  Robert  Kiyosaki  de  Rippers”,  sólo  decía:  Represento  a  The  Police  y  sus  productos
  licenciados.  Nadie  sabía  quién  era  Robert  Kiyosaki  o  qué  significaba  Rippers  pero,  ciertamente,
  todo mundo reconocía a The Police, la famosísima banda de rock. De hecho, una de las primeras
  ocasiones que salí con Kim, en 1984, fuimos a un concierto de ellos. Fue muy agradable decirle:

  “Tengo  pases  VIP  para  ir  al  concierto  de  Police  y  conocerlos  tras  bambalinas.  ¿Te  gustaría  ir
  conmigo?” En otras palabas, el poder de una marca incluso me ayudó a conseguir una cita con una
  hermosa mujer que, más adelante, se convertiría en mi esposa. Claro, tal vez lo único que ella quería
  era conocer a Sting, pero como yo orquestaría la reunión, iba a quedar bastante bien ante sus ojos.



  El poder de las marcas reales

  El negocio de Rippers comenzó en la industria del surf y de los artículos deportivos. El problema fue
  que, en muy poco tiempo, ese ámbito se retacó de productos similares a los míos. No obstante, todos
  eran  ordinarios,  y  no  había  un  líder  de  marca.  En  cuanto  te  conviertes  en  un  producto  ordinario,
  entonces el precio se vuelve lo más importante. Como mis competidores eran exactamente iguales a
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