Page 145 - Luna de Plutón
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—Así que no me vas a ayudar con mi problema…
—No.
—Y supongo que tengo que pagarte algo extra para establecer la comunicación,
¿verdad? No es solamente recompensarte por guardar un secreto…
—Claro —contestó, como si fuese algo obvio.
Deseó que Hathor estuviera ahí; él era el indicado para darle su merecido a este
pequeño engreído —pensó—. Claro, como ellos deben servir para comunicar a los
elfos de este pueblo, obedecen sumisos. Pero de mí quiere aprovecharse, de mí quiere
abusar porque sabe que soy nuevo. ¡Porque no me conoce! Je, no necesito la ayuda
de Hathor para hacerme respetar, ¡ya verán los chicos que yo también puedo ser
bastante salvaje cuando quiero!
El bofetón que Knaach arrojó contra la cara del zellas hizo que este estuviera a
punto de perder el equilibrio.
—¡DETENTE, DETENTE! —aulló Pisis, llorando.
Hathor se metió en medio de la pelea, dándole un fuerte empujón que hizo
retroceder bruscamente a Knaach.
—¡¡Pero qué haces!! —le gritó el niño.
Tepemkau estaba de cuclillas, cubriéndose la cara con ambos brazos. Knaach los
vio, con los ojos abiertos como platos.
—Yo, yo… Yo solo estaba haciendo que obedeciera…
—¿Qué obedeciera? ¡Los zellas son criaturas sagradas aquí!
Faltó poco para que la quijada de Knaach cayera al suelo, como una pala
mecánica. Giró la cabeza para ver a una presencia que se había puesto de pie cerca de
ellos, y no pudo contener un grito casi amanerado al ver a Panék, de pie ahí,
aplastándolo con una mirada afilada y despedazadora. Hermoso y Precioso (uno
luciendo un fino sombrero de casanova morado, con una larga pluma de cisne a un
costado, y el otro con un alto sombrero de copa) lo veían al borde del horror. Raah, el
mayordomo, tenía una mirada casi tan terrible como la de Panék. El zellas, llorando,
se puso a correr, gritando un montón de cosas en un idioma diferente.
Todos los elfos que estaban en la calle, alertados por esto, clavaron sus miradas en
el león, que estaba encogido sobre sí mismo en la esquina más oscura, a los pies de la
estatua.