Page 148 - Luna de Plutón
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Mojo estaba viendo a su amo con una cara arrugada que cada vez denotaba mayor

  preocupación, a la vez que se aplastaba más y más en la silla mecedora.
       —Es  por  ello  —puntualizó,  bajando  los  brazos  y  tomándose  las  manos  tras  la

  espalda— que estoy feliz. Porque mientras todos estuvieron con la guardia baja por

  un gran tiempo, yo estuve financiándole a Gargajo sus armas de última generación y

  su ejército a través de una empresa privada que está instalada en su luna y que es mía.
  ¡Todos van a comprarme a mí ahora! ¡Todos! ¡Y con eso cambiaré la historia! Pues

  ¿qué necesidad tienen de avanzar por sí mismos, cuando pueden obtener la tecnología

  de  mí?  ¿Para  qué  empeñar  tiempo  y  esfuerzo,  cuando  pueden  aplastar  al  contrario

  segundos después de solo firmarme un cheque? Creo que voy a duplicar en un año el
  dinero que he logrado en toda una vida y, con un poco más de tiempo, a triplicar…

       —Me alegra mucho, señor, ¿cree que yo…?

       —…pero  a  la  vez,  me  reservo  los  mejores  frutos  de  todas  esas  incursiones
  tecnológicas para mí… Que los demás se queden con las baratijas de segunda mano,

  sí.

       —Pero ¿cree que pueda darme un aumento entonces?
       —Es  así  como  yo  voy  cumplir  mi  sueño  —siguió  Cadamaren,  ignorándolo,

  sentándose sobre su escritorio, y acariciando un pesado pisapapeles—. De hecho, lo

  cumplo por partida doble: porque yo mismo voy a ser como una nación, la nación del

  futuro,  la  más  poderosa  del  Sistema  Solar,  y  a  la  vez,  mi  fortuna  solo  crecerá  y
  crecerá…

       —Pero señor Cadamaren, ¿y yo? He trabajado para usted muchos años, y…

       —…  y  crecerá  y  crecerá,  y  seguirá  creciendo.  Io  subsistía  por  sus  grandes

  empresas y, como ves, querido Mojo, ya las he comprado todas. Ahora que Gargajo
  ha muerto y la emperatriz Flema ha sido decapitada, como es tradición en esa horrible

  luna, el regente que venga ya sabe que debe obedecerme, si no quiere que Io regrese a

  la era cavernaria.
       —Señor, escúcheme…

       Osmehel Cadamaren, con arrebato, levantó el pisapapeles y lo arrojó directamente

  a Mojo Bond. El hombrecito se fue directamente al suelo con todo y silla, las chapas

  de su chaleco tintinaron y sus pies quedaron parados hacia arriba.
       —¡Señor  Cadamaren!  —lloró,  cubriéndose  la  boca,  por  la  cual  se  escurría  un

  charco de sangre.

       —Con respecto a Iapetus, no me caben dudas de que esas asquerosas cucarachas

  estiradas,  los  jueces  de  la  Hermandad  Federal,  no  tendrán  problema  en  permitirme
  apoderarme  de  todas  las  grandes  empresas,  corporaciones,  incluso  negocios  que
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